28/08/2010

Canícula

Me sorprendió la definición de canícula en un juego de palabras de hace unos días en la radio. Un profesor propone palabras de poco uso, o uso incorrecto, para que los conductores arriesguen un significado, y luego da la definición. en este caso dijo que canícula era "un momento de mucha tensión". Sin embargo, tanto de acuerdo al diccionario como al uso habitual que yo recuerdo, canícula es un momento de intenso calor. Típicamente lo he visto usado referido al momento de máximo calor durante las tardes de verano.

En latín, canícula significa "perrita". Y cuando cae la canícula nos deja como perros sin aliento, echados a la sombra. Curiosamente, la etimología conecta astronómicamente las dos cosas: el momento de máximo calor en el verano del hemisferio norte coincide con la aparición de Sirio (la estrella más brillante, la Estrella Perro de la constelación Can Mayor) justo antes del amanecer. Este evento tiene un nombre muy gracioso (al menos para los argentinos), hoy en día en desuso: es el orto helíaco de Sirio. Parece que era un momento importante del año para muchos pueblos antiguos, probablemente por su utilidad para establecer un calendario, o tal vez por el aumento del riesgo de epidemias. Hace 3000 años ocurría aproximadamente un mes antes que ahora, debido a un movimiento de balanceo de la Tierra llamado precesión y que tiene un período muy largo, de 26 mil años.

La fecha exacta depende, además, del lugar de la Tierra desde donde se observe. En Bariloche, me parece que habría que intentarlo a mediados de junio, a eso de las 8:30 de la mañana. Mucho calor no va a hacer. A ver si me acuerdo el año que viene y saco una foto.

En estos días de canícula en el hemisferio norte, en Bariloche no damos abasto con la nieve. Esta semana me tuve que quedar en casa una mañana, varado. Así se veía mi calle. ¿Cuál es el antónimo de canícula?

22/08/2010

Happy birthday, Mr. Bradbury!

Ray Bradbury cumple 90 años hoy. ¡Feliz cumpleaños! Sus historias de fantasía, ciencia ficción, horror, misterio y nostalgia están entre mis favoritas desde la escuela primaria...

21/08/2010

Halo

¿Y esto? ¿Qué es esta aureola alrededor de mi cabeza? ¿San Guillermo?

No. No es una aureola. Es un halo (que en algunos idiomas es sinónimo de aureola). Tampoco es Halo, el videojuego futurista sobre una guerra hiperespacial. Es el halo de 22°, un fenómeno óptico habitual, primo del arcoíris. Se produce cuando el sol brilla a través de cirrus altos y delgados, nubes formadas por cristales de hielo en forma de prisma hexagonal. La luz del sol se refracta en los cristalitos, descomponiéndose en colores al atravesarlos. Las características geométricas del fenómeno hacen que se lo vea como un arco (o un círculo completo) alrededor del sol, a 22° de éste. El cielo por dentro del halo se ve un poco más oscuro que fuera de él, un fenómeno similar al oscurecimiento entre el primer y el segundo arcoíris de los días de lluvia.

El halo es tan intenso que no es infrecuente verlo alrededor de la Luna, como esta misma noche se lo vio sobre Bariloche. Si miran con cuidado (la foto puede clickearse para verla más grande en otra pestaña), sobre la Luna puede verse la forma enroscada y amenazante de la cola del Escorpión, con la estrella Shaula en el aguijón y la estrella doble ζ (dzeta) Scorpii en donde nace la cola (visible cerca de la canaleta del tejado, en la parte superior de la foto). A la derecha de la Luna, también, pueden verse las estrellas que forman la famosa Tetera de la constelación de Sagitario.

Imagino que podría verse un halo alrededor de Venus en épocas como la actual, con el planeta excepcionalmente brillante. Lamentablemente no se me ocurrió observar el día en que tomé estas fotos (mi balcón mira al este y Venus está en el cielo del oeste). Pero vale la pena estar atentos. ¿Alguien vio o fotografió un halo venusino? Un halo posta de 22°, eh!

Ambas fotos fueron tomadas en Bariloche, el 19 de agosto de 2010, dos días después de la nevada más intensa del invierno.

14/08/2010

La danza de los planetas

Durante las últimas semanas los observadores atentos del cielo habrán visto, después del ocaso y hacia el oeste, la fascinante danza de cuatro planetas de nuestro sistema solar. El brillante Venus, inconfundible, acompañado de cerca por Marte y Saturno, más tenues, formaban un triángulo compacto. Desde un poco más lejos los acompañaba Mercurio, un planeta difícil de observar porque está casi siempre muy cerca del Sol. Noche tras noche fueron cambiando de posición con respecto al resto de las estrellas. Venus, Mercurio y Marte son los de movimiento más rápido, mientras que el lejano Saturno se mueve mucho menos.

En la noche del jueves 12 de agosto los acompañó la Luna, una delgada creciente apenas pasada la luna nueva. Venus es la brillante luminaria que vemos en la foto a la derecha y arriba de la Luna. Algo más a la derecha aún de Venus vemos, arriba, al planeta Marte y, abajo, a Saturno. Mercurio se ve más cerca del horizonte, un poco separado del resto.

Como sabemos, todos los planetas giran en torno al Sol. La observación de este movimiento desde la Tierra, que también se mueve en su propia órbita, hace que veamos a los planetas cambiar de posición noche tras noche respecto de las estrellas, que están muchísimo más lejos. Como consecuencia de esto se acercan y se alejan en nuestro cielo, brindando este hermoso espectáculo natural.

Ambas fotos están tomadas desde Bariloche, mirando hacia la Cordillera de los Andes. Haga click sobre ellas para verlas más grandes, ya que los planetas menos brillantes tal vez no se vean en su monitor en las versiones pequeñas.

07/08/2010

Newton y la peste

Estoy en Córdoba dando un cursito sobre la matemática de las epidemias, así que me desvío un poco de la astronomía. Pero no del todo, ya verán. En 1665 una terrible epidemia se abatió sobre Inglaterra. Fue uno de los rebrotes de la Peste Negra que había arrasado Europa entre 1347 y 1351, y que afectó profundamente todos los órdenes de la sociedad medieval. Pero más sobre ésta otro día; ahora sigamos con la del siglo XVII.

Los primeros casos de la que se llamaría Gran Plaga de Londres ocurrieron en el invierno de 1664-1665. Al llegar la primavera de 1665 la peste escapó de control, y acabaría cobrándose 100 mil víctimas, un quinto de la población de Londres. Hay varios aspectos notables en esta epidemia. Por ejemplo, fue la primera vez que un fenómeno semejante fue documentado cuantitativamente. En efecto, el año anterior habían empezado a publicarse Actas de mortalidad semanales, donde quedaban asentadas las muertes y sus causas (las actas de natalidad se mantenían en las parroquias desde mucho antes). Esto marcó el comienzo del estudio cuantitativo de la demografía, que acabaría siendo una parte importante de la ciencia moderna.

Otro fenómeno curioso durante esta epidemia fue que la gente empezó a reaccionar de manera distinta que en grandes epidemias anteriores. Por empezar, el público no se amontonó en las ciudades. Por alguna razón quedó claro que el amontonamiento era perjudicial (aunque nada sabían de microorganismos ni de contagios), y los que podían hacerlo huyeron al campo. La nobleza así lo hizo, pero también mucha otra gente acomodada.

Entre los que se refugiaron en el campo estaba el joven Isaac Newton, el muchacho pelilargo del retrato de aquí arriba. En 1665 obtuvo su grado en la Universidad de Cambridge, y como ésta cerró a causa de la Plaga, Newton se fue a una finca de su familia en Woolsthorpe-by-Colsterworth. Allí pasó 18 meses, lo que llamó su “año milagroso”. Parece que, cuando podía, estudiaba y trabajaba en el pomar, bajo los frutales. Durante este año revolucionó la matemática inventando el cálculo infinitesimal, formulando las leyes fundamentales de la mecánica, renovando la óptica y, sobre todo, descubriendo el mecanismo que explicaba el funcionamiento de los astros: la gravitación universal, completando la obra de Kepler. Según su propio relato, la observación de la caída de las manzanas fue una clave para su descubrimiento. Un verdadero genio, ¿no? A partir de algo que para cualquier otro no habría sido más que un fenómeno cotidiano, Newton concluyó que la fuerza que hace que la manzana caiga de la rama era la misma fuerza que hace que la Luna no caiga de su órbita...

Newton (nacido en 1642) tenía 23 años en 1665. Quienes quieran experimentar inspiraciones similares pueden visitar la plaza frente a la Biblioteca del Instituto Balseiro, donde un retoño traído de la finca de la familia Newton se llena de ricas manzanas (casi) todos los años. O, al menos, pueden comerse una manzana.