22/09/2018

El rapto del equinoccio

Ayer fue 21 de septiembre, así que mañana comienza la primavera en el hemisferio sur.

¿Cómo? ¿No es el 21 de septiembre?


Bueno, no. No sé de dónde viene la tradición del 21. El equinoccio es el 23 de septiembre desde hace muchísimo tiempo. O el 22, porque la Tierra es redonda y en tu casa por ahí todavía es 22 cuando en Greenwich ya es 23 (como este año, es a las 02:00 del 23 así que en Argentina es todavía 22). Y porque hay años bisiestos, así que los eventos astronómicos "saltan" un día cada cuatro años. El equinoccio de marzo, que marca el comienzo de la primavera en el hemisferio norte, ocurre casi siempre el 20 de marzo (era el 21 en tiempos del concilio de Nicea y se reseteó al 21 con la reforma del calendario, hace 500 años). Los inmigrantes habrán venido con la idea de que si la primavera del norte empezaba el 21, en el sur también, sólo que en otro mes.

El equinoccio es un evento astronómico pero es también parte de uno de los mejores mitos griegos: el de Kore, o Perséfone, o Proserpina, la encantadora hija de Ceres y Júpiter. Resulta que Venus mandó a Cupido a enflechar al desamorado Plutón. En cuanto el gruñón dios salió de debajo del monte Etna se cruzó con Proserpina, de vacaciones en Sicilia, se enamoró, la raptó y se la llevó al Inframundo.

Ceres se puso como loca. La buscó por todo el mundo sin encontrarla, y entre el descuido y la bronca detuvo el crecimiento de las plantas y los frutos. Alguien le batió que habían visto un carro tirado por cuatro caballos negros, con un conductor de rostro invisible llevando aferrada a una chica a grito pelado. Fue a hablar con Helios, que todo lo ve, y éste reconoció que el secuestrador era Plutón. Ceres se recalentó, se negó a volver al Olimpo, y juró que el mundo permanecería estéril hasta que le devolvieran a su hija. A cada lugar que iba se convertía en un desierto.

Júpiter tuvo que intervenir. Mandó a Mercurio al Inframundo con un mensaje para su hermano: "Si no devolvés a Proserpina, estamos perdidos". Y a Ceres: "Recuperarás a tu hija, pero sólo si no ha probado bocado en casa de Plutón, que cocina pésimo". Plutón se acercó a la muchacha, que en protesta no había comido nada desde su llegada a la morada de su tío. "Andá nomás". Pero ahí salió un jardinero buchón y dijo que la había visto mordisqueando una granada. ¡Chan!

Proserpina fue a reunirse con su madre, lloraron, se abrazaron, pero cuando la chica le dijo que no podía volver porque había comido siete (¡siete!) granos de una granada, Ceres dijo "Ah no, entonces ni yo vuelvo al Olimpo, ni sobre esta tierra crecerá nunca más una brizna de hierba, te lo digo yo".

Júpiter se agarraba la cabeza. Finalmente mandó a su madre, Rhea (suya y de Ceres) a negociar con la diosa. Junto a Plutón llegaron a un acuerdo: Proserpina pasaría tres meses al año con Plutón, como Reina del Inframundo, y regresaría en marzo para permitir el renacimiento de la naturaleza.

El gran artista barroco Lorenzo Bernini, de quien recientemente comentamos su plaza ovalada de San Pedro, era también un excelente escultor. En el mismo viaje en que intenté infructuosamente medir la propiedad elíptica de la plaza visité la maravillosa Villa Borghese, donde hay muchas de sus obras. Entre ellas un magnífico grupo representando el rapto de Proserpina. Hay que verlo de cerca, las palabras y las fotos no alcanzan para describirlo.




El cuadro representando a Proserpina es de otro de mis artistas favoritos, Dante Gabriel Rosetti, pintor inglés del movimiento romántico de los prerrafaelitas. La modelo es Alexa Wilding, su modelo preferida.

La historia de Proserpina estaba en uno de los libros más tempranos que recuerdo de mi infancia, uno de esos libros grandes ilustrados. Luego lo leí en Los mitos griegos, de Graves, que revisé para contarlo aquí adaptando algunos giros lingüísticos. Hay tantas variantes de la historia, igual...

La primera foto muestra los ciruelos en flor, que eclosionaron esta semana en Bariloche. Es el evento natural más precioso y menos promocionado de nuestra ciudad.

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