La cuestión es que Chester se
cansó de la aberración cromática y decidió hacer el intento con una
lente compuesta de vidrio flint y vidrio crown. Hizo su diseño pero, consciente del valor de su invento si
llegara a funcionar, le encargó las lentes a dos ópticos distintos.
Tenían los mejores talleres de Londres y eran tipos súper
ocupados. Su negocio no estaba en hacer lentes individuales, así que
ambos subcontrataron el trabajo. ¡Y los dos se lo encargaron al mismo
vidriero! El afortunado fue George Bass, que tenía un taller de segunda
categoría. Aún ignorando que las dos lentes eran para un mismo cliente,
de todas maneras Bass sospechó algo. Eran dos lentes encargadas el mismo
día, del mismo tamaño, que se apoyaban perfectamente una sobre la otra.
Mmmmm... Bass las talló y las pulió. Podemos imaginarlo tomando una con
la mano izquierda y la otra con la mano derecha. Las superpone y mira a
través. ¡Maravilla! ¡La aberración cromática había desaparecido!
A pesar de su precaución inicial, Moor Hall no protegió su invento. Tal vez le bastaba con
que su telescopio fuera el mejor del mundo. A Bass tampoco se le
ocurrió sacar algún provecho. Parece inclusive que alguno de ellos se lo
contó a algún amigo, porque de a poco varios talleres de Londres
empezaron a fabricar estas lentes acromáticas. Hasta que Bass se
lo contó, 20 años después de su invención, a su colega John Dollond,
dueño de un muy exitoso taller. Dollond sí se dio cuenta del valor
comercial del invento y se apuró a patentarlo, previa publicación en las
Philosophical Transactions de la Royal Society (sin mencionar a
Moor Hall ni a Bass). Parece que tenía ciertos escrúpulos, porque nunca se atrevió a
exigir sus derechos de patente. Igual, con "su" invento, se convirtió
en el óptico de los ricos y famosos, lo cubrieron de honores, premios y
la mar en coche. Pero al morir John su hijo Peter echó los escrúpulos
por la borda, demandando judicialmente de manera feroz a los ópticos que usaban el diseño
de su padre. Bah, el diseño de Hall, fabricado por Bass, que se lo
contó a su padre, quien lo patentó. Muchos talleres terminaron en la
ruina, ya que las cortes sostuvieron la validez de la patente con
argumentos tirados de los pelos, a pesar del testimonio de muchos
ópticos, incluído el pobre Bass, quien fue llevado en silla de ruedas a
contar la historia ante los jueces. Dollond consiguió resarcimiento de daños por 250 libras esterlinas (como un millón de libras de la actualidad). Hall, que a pesar de su formación en leyes era un caballero, jamás apeló el reclamo de Dollond.
Finalmente la patente expiró y el precio de las lentes acromáticas se desplomó. Fue una revolución en la construcción de telescopios. El
taller del famoso Jesse Ramsden, cuyos oculares (acromáticos, obviously) seguimos usando, floreció en
esta época. Como conté en Viaje a las Estrellas, el flint escapó del monopolio inglés a
principios del siglo XIX y los astrónomos de todo el mundo tuvieron
acceso a telescopios acromáticos. Y pudieron ver el universo como nunca
antes.
Me enteré del olvidado Chester Moor Hall en The life and times of the telescope, de Fred Watson.
Muyyyy bueno ... Bien narrado y entretenido....
ResponderEliminarMuchas gracias caballero... Saludos astronimicos desde SanJuan, Arg...
También se menciona el tema, todos los personajes y la secuencia en "Historia del telescopio" , de Issac Asimov. Alianza Ed., pag 96 y sig. Pero no hablan mucho del tema judicial, digamos. Saludos!
ResponderEliminarestupendo relato de un avance tecnológico y de la condición humana.
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