Los griegos inventaron la ciencia.
En buena medida el mérito puede atribuirse a Tales, que vivió en Mileto, ciudad griega situada en la actual Turquía, en el siglo VI a. C.. De Tales se cuentan algunas cosas graciosas, por ejemplo que se cayó en un pozo por caminar mirando las estrellas. Este notable filósofo distraído plantó la semilla de la ciencia al postular que a la pregunta “¿de qué está hecho el mundo?” no corresponde una disquisición sobre los caprichos de los dioses sino, simplemente, la observación minuciosa de la realidad. Claro, a Tales no se le escapaba que —a pesar de la vida tumultuosa de los dioses olímpicos— la naturaleza abunda en regularidades: los ciclos del día y la noche, las estaciones y las lluvias, la siega y la siembra. Hasta los raros eclipses eran predecibles: ¡cómo iba a tratarse de una serpiente devorando el Sol, como aseguraban los egipcios! Tales llegó a la conclusión de que las preguntas sobre el mundo natural no había que hacérselas a un oráculo, sino a la naturaleza misma. Sostenía que los terremotos no eran producto de la ira de Poseidón, ni los rayos de los caprichos de Zeus. Sus explicaciones de estos fenómenos parecen hoy en día algo ingenuas, pero revolucionaron un sistema de creencias de miles de siglos basado en lo sobrenatural.
Tales y sus
seguidores sugerían también que existía una substancia (cada uno tenía su favorita: el
agua, el fuego, etc.) que se conservaba y que, transmutándose, generaba las
demás cosas. En algún sentido se trata de la primera ley de conservación que conocemos, tal como las que juegan un rol fundamental en la ciencia moderna. Anaxágoras, inclusive, especulaba acerca del modo en que los
alimentos se convierten en músculos y demás substancias y tejidos que forman los
cuerpos de los animales. Anaximandro, que fue el primero en dar una explicación mecánica del universo, creía firmemente en la validez de
estudiar modelos a escala pequeña de las cosas, para facilitar su estudio: otra
idea central de toda la ciencia y la ingeniería modernas.
Uno intuye que tanto Tales como sus discípulos, así como Pitágoras y su escuela (en Samos, en el actual sur de Italia), sospechaban que sus teorías hacían agua por muchos lados. Pero también que comprendían que el mundo natural obedecía reglas, leyes que ellos conocían imperfectamente y que eran las responsables de una naturaleza dinámica. Ésta es la idea básica que permea la filosofía de aquellos pioneros, y que constituye aún hoy la base del pensamiento científico.
Uno intuye que tanto Tales como sus discípulos, así como Pitágoras y su escuela (en Samos, en el actual sur de Italia), sospechaban que sus teorías hacían agua por muchos lados. Pero también que comprendían que el mundo natural obedecía reglas, leyes que ellos conocían imperfectamente y que eran las responsables de una naturaleza dinámica. Ésta es la idea básica que permea la filosofía de aquellos pioneros, y que constituye aún hoy la base del pensamiento científico.
Esta conversación de dos desconocidos en un lugar de Grecia es el hecho capital de la Historia.
Han olvidado la plegaria y la magia.
La imagen de La Escuela de Atenas, de Rafael, es un recorte de la que aparece en Wikipedia. El texto es, en su mayor parte, de mi libro Viaje a las Estrellas. Tales de Mileto es el mismo de la canción de Les Luthiers, y que mencionábamos hace poco en referencia a los triángulos semejantes: Si tres o más parale-le-le-las...
¡Que grande los griegos! Tambien inventaron la democracia que junto a la ciencia, son los dos inventos mas grandes de la humanidad.
ResponderEliminarHola Guillermo
ResponderEliminarAristarco y posteriormente Hiparco utilizando argumentos de geometría, hicieron serios intentos por calcular el diámetro del Sol y la Luna y las distancias a ellos, aprovechando que la Luna y el Sol tienen el mismo diámetro aparente. Usaron dos métodos: la sombra de la Tierra proyectada sobre la Luna en un eclipse lunar (Calcular el diámetro lunar en base al terrestre), y el otro intento fue ubicar a la Luna en el vértice del ángulo recto de un triangulo rectángulo y en los dos vértices restantes, a la Tierra y el Sol.
Siempre pensé que esto solo era un buen motivo para una de tus notas, que ya se trasformaron de lectura imprescindible.
Un saludo
¡Hola, Pedro! Gracias por el comentario y por seguir por aquí. Efectivamente, las mediciones de Aristarco son súper interesantes. Algo mínimo está contado en mi libro Viaje a las Estrellas, pero habría que contarlo con más detalles. Ya lo haremos.
EliminarLos aficionados novatos que cada tanto me preguntan sobre la observación con telescopios pequeños DEBEN revisar las fotos que saca Pedro con su instrumento. El link está en su nombre.