Corre el año 1814. El mundo arde en guerras interminables. El Almirante Brown sitia Montevideo y logra la rendición del último Virrey del Río de la Plata. Los británicos se baten con los norteamericanos hasta en Valparaíso. Génova cae en manos británicas. Los ejércitos de Napoleón son derrotados una y otra vez, hasta que el Emperador es forzado a abdicar y exiliarse en la isla de Elba. El Papa Pío VII restaura la Orden de los Jesuitas. Stephenson prueba su primera locomotora. Gervasio Posadas se convierte en primer Director Supremo del Río de la Plata. Mientras tanto, en Sicilia...
En la Specola de Palermo, el observatorio astronómico fundado por el Padre Piazzi, su colaborador Niccolò Cacciatore se apresta a publicar la revisión del catálogo estelar cuya primera edición, en 1803, habían preparado juntos. Piazzi figurará como autor, pero desde hace años el presbítero, uno de los astrónomos más prestigiosos de Europa al cambiar el siglo, está ciego, y el proyecto ha estado a cargo de Cacciatore. El nuevo catálogo será una obra maestra. A diferencia de catálogos anteriores, en los cuales se tabulan las posiciones observadas de las estrellas, Niccolò ha procesado matemáticamente las mediciones tomadas con el magnífico telescopio Ramsden del observatorio, reduciéndolas para eliminar los errores de medición e instrumentales.
El catálogo de 1814 (no así el de 1803) tiene los nombres de muchas estrellas. En la mayoría de los casos son ancestrales, consagrados por siglos o hasta milenios de uso. Muchos son nombres árabes, de significado oscuro. Palabras fonéticamente raras para un europeo: Alnitak, Unukahai, Zubenelgenubi... Por supuesto, no todas las estrellas tienen nombres propios: los telescopios han revelado una inmensidad de estrellas anónimas, que los astrónomos identifican meramente por sus designaciones en los catálogos. Pero también algunas estrellas relativamente brillantes han quedado sin nombre. No súper brillantes, no en constelaciones glamorosas como Orión o Sagitario. Pero sí en constelaciones de segunda: el Delfín, ponele. Niccolò observa un par de estrellas en el Delfín sin nombres tradicionales y decide bautizarlas. ¿Por qué lo hizo? ¿Una broma, un scherzo? ¿Un capricho de la canícula siciliana? ¿Un mensaje secreto de la Cosa Nostra? Alpha y Beta Delphini aparecen en el catálogo como Svalocin y Rotanev.
La publicación fue un éxito: recibió unánimes elogios de la comunidad astronómica, y hasta una medalla del Instituto Real de Francia. Pasaron los años, Piazzi murió en 1826 y Cacciatore se convirtió en director del Observatorio; en 1838 Bessel midió la distancia a la "estrella voladora" de Piazzi; el propio Cacciatore murió en 1841... En 1844 el Almirante William Smyth, en preparación de su famoso Catálogo Benford, tomó nota:
"Alpha Delphini aparece con el cacofónico y barbárico epíteto Svalocin en el Catálogo de Palermo. Revisando textos del Almagesto, El Battani, Ibn Yunis y otras autoridades, no logro hacer ninguna conjetura racional del posible error de lectura, escritura o aplicación que haya dado lugar a tan extraña metamorfosis."
Recién en 1859 el Reverendo Thomas Webb descubrió el misterio. En su Celestial Objects for Common Telescopes explica que el nombre de Niccolò Cacciatore, latinizado, sería Nicolavs Venator. Invirtiendo el orden de las letras: Svalocin Rotanev. El tipo vio una oportunidad: en la tapa del catálogo figura el nombre de Giuseppe Piazzi, pero el verdadero autor se las arregló para esconder su propio nombre entre las estrellas. ¡Chan!
La Unión Astronómica Internacional reconoce los nombres de 330 estrellas. Entre ellas están Sualocin (con u) y Rotanev, pero no están las estrellas del Apollo, Regor, Navi y Dnoces, también nombres invertidos de uso tradicional más reciente.
Mark Hurn, bibliotecario del Instituto de Astronomía de Cambridge, ha identificado en el catálogo de Palermo otras estrellas con nombres sospechosos: Asmidiske e Iclarkrau. ¿Qué historia esconden estos nombres? Tal vez nunca lo sabremos.
Agradezco a Daniel Chiesa, de la Asociación de Aficionados a la Astronomía Bariloche, que descubrió esta fascinante avivada siciliana y nos la contó.
El Catálogo de Palermo, Praecipuarum stellarum inerrantium positiones mediae, puede obtenerse en la web por gentileza del ETH Zürich, de donde tomé la imagen.
El trabajo de Mark Hurn, Secrets of the 1814 Palermo Star Catalogue, fue presentado en la reunión de 2003 de la Society for the History of Astronomy. Hurn encuentra también sospechosos los nombres Sceptrum (53 Eridani) y Zavijava (β Virginis), ambos aceptados actualmente por la IAU. Sceptrum es un zombie de una constelación desaparecida, el Cetro de Brandeburgo, inventada por el astrónomo Gottfried Kirch en el siglo XVII y en uso a principios del XIX. Zavijava es un nombre tradicional árabe, apócope de "esquina del perro ladrador" (debe ser la esquina de mi casa). Asmidiske podría ser Ksi Puppis, o un error por Aspidiske (Iota Car, que está en otro lugar y es de otra magnitud). Iclarkrau, que parece ser Delta Scorpii, tiene un nombre mucho más conocido: Dschubba, una estrella notable que ya hemos comentado.
25/08/2018
18/08/2018
Cuando se alinean los planetas
Hace muy poquito ocurrió una alineación notable, y no me refiero al eclipse lunar más largo en no sé cuánto tiempo. El Sol, la Tierra y el lejano Plutón estuvieron tan exactamente alineados que, mirando hacia el Sol desde Plutón, podríamos haber visto la Tierra (¡y la Luna!) pasando por delante del disco solar. Tremenda sizigia. Nadie estaba allí para verlo, pero para eso tenemos Celestia:
En la segunda imagen vemos la silueta de Plutón y su tenue atmósfera, en dirección al sistema solar interior, donde se aprietan Mercurio, Venus, la Tierra y Marte.
Estos tránsitos (así se llaman) son mini-eclipses, y ya hemos mostrado el raro tránsito de Venus que pudimos observar en 2012 y algunos de los más frecuentes de Mercurio. Los tránsitos de la Tierra desde Plutón son extremadamente infrecuentes. Requieren, en primer lugar, que Plutón esté en oposición: opuesto al Sol, desde la Tierra. La Tierra da una vuelta al Sol por año, y Plutón se mueve muy lentamente, así que esta oposición se alcanza casi una vez por año. Pero la órbita de Plutón está tan inclinada con respecto a la de la Tierra que se requiere, además, que Plutón esté en la línea de nodos, que es la línea de intersección de su órbita con la de la Tierra. Es como las temporadas de eclipses lunares y solares, que ocurren dos veces por año. Pero la órbita de Plutón es tan grande que estos cruces se producen muy espaciados.
Ocurrió en 1931, pocos meses después de que Clyde Tombaugh descubriera Plutón cuando, precisamente, escudriñaba la eclíptica en busca del noveno planeta. Ocurrió el 12 de julio pasado, 87 años después. Y no volverá a ocurrir hasta dentro de 161 años, porque la parte de la órbita que tiene que recorrer Plutón hasta volver a cruzar la eclíptica es todavía más larga.
Esta alineación, "con el Sol a la espalda", es particularmente importante para los astrónomos. Resulta que cuando un planeta está iluminado de esta forma exacta su brillo cambia notablemente, de una manera que depende de propiedades de la superficie. Es el fenómeno que contamos hace años en la nota Luz de Luna. Vean por ejemplo estas fotos de Saturno en 2005, las dos primeras tomadas en días consecutivos y la tercera muy poquito después:
Cuando New Horizons visitó Plutón en 2015 su trayectoria no le permitió observarlo bajo esta iluminación especial, de manera que las observaciones desde la Tierra el 12 de julio de este año serían un complemento de aquellas, y permitirían sacar nuevas conclusiones sobre la superficie de Plutón y de Caronte. Tengo entendido que los astrónomos de New Horizons tenían planeado hacerlo, pero por ahora no he leído resultados. Estaremos atentos, para eso están las Google Alerts.
En la segunda imagen vemos la silueta de Plutón y su tenue atmósfera, en dirección al sistema solar interior, donde se aprietan Mercurio, Venus, la Tierra y Marte.
Estos tránsitos (así se llaman) son mini-eclipses, y ya hemos mostrado el raro tránsito de Venus que pudimos observar en 2012 y algunos de los más frecuentes de Mercurio. Los tránsitos de la Tierra desde Plutón son extremadamente infrecuentes. Requieren, en primer lugar, que Plutón esté en oposición: opuesto al Sol, desde la Tierra. La Tierra da una vuelta al Sol por año, y Plutón se mueve muy lentamente, así que esta oposición se alcanza casi una vez por año. Pero la órbita de Plutón está tan inclinada con respecto a la de la Tierra que se requiere, además, que Plutón esté en la línea de nodos, que es la línea de intersección de su órbita con la de la Tierra. Es como las temporadas de eclipses lunares y solares, que ocurren dos veces por año. Pero la órbita de Plutón es tan grande que estos cruces se producen muy espaciados.
Ocurrió en 1931, pocos meses después de que Clyde Tombaugh descubriera Plutón cuando, precisamente, escudriñaba la eclíptica en busca del noveno planeta. Ocurrió el 12 de julio pasado, 87 años después. Y no volverá a ocurrir hasta dentro de 161 años, porque la parte de la órbita que tiene que recorrer Plutón hasta volver a cruzar la eclíptica es todavía más larga.
Esta alineación, "con el Sol a la espalda", es particularmente importante para los astrónomos. Resulta que cuando un planeta está iluminado de esta forma exacta su brillo cambia notablemente, de una manera que depende de propiedades de la superficie. Es el fenómeno que contamos hace años en la nota Luz de Luna. Vean por ejemplo estas fotos de Saturno en 2005, las dos primeras tomadas en días consecutivos y la tercera muy poquito después:
Cuando New Horizons visitó Plutón en 2015 su trayectoria no le permitió observarlo bajo esta iluminación especial, de manera que las observaciones desde la Tierra el 12 de julio de este año serían un complemento de aquellas, y permitirían sacar nuevas conclusiones sobre la superficie de Plutón y de Caronte. Tengo entendido que los astrónomos de New Horizons tenían planeado hacerlo, pero por ahora no he leído resultados. Estaremos atentos, para eso están las Google Alerts.
11/08/2018
Miniluna y supermarte
La luna llena que se eclipsó el viernes 27 de julio fue una "miniluna", una luna llena cercana al apogeo: el punto más lejano de su excéntrica órbita alrededor nuestro. En el momento máximo del eclipse estaba a 406 099 km (del centro de la Tierra, de nosotros en Bariloche estaba un poco más lejos aún). Es casi el valor máximo que puede tener al apogeo, y por supuesto contribuyó en alguna medida a que el eclipse fuera extraordinariamente largo, como se lo anunció con bombos y platillos. La principal razón, de todos modos, fue que la alineación (la sizigia se dice, si quieren una palabra para el ahorcado) fue casi exacta, de manera que la Luna pasó casi por el centro de la sombra de la Tierra y estuvo más tiempo en la fase total. Fue un supereclipse de una miniluna.
La órbita de la Tierra también es ligeramente excéntrica, y el máximo alejamiento fue hace poco, el 6 de julio. Así que el Sol es en esta época un cachito más chico, y la umbra de la Tierra un poco más ancha, lo cual también contribuyó al supereclipse.
El próximo eclipse, el del 21 de enero del año que viene, no será tan largo. Pero estaremos mejor posicionados para verlo en las Américas.
Un par de días antes del eclipse estaba completamente despejado en Bariloche, y aproveché para hacer unas fotos de alta resolución de la luna de 12 días. Aquí está, en colores naturales y saturados, como nos gusta hacer para destacar los distintos minerales del suelo lunar.
Por supuesto, no sólo la Luna y la Tierra tienen órbitas ovaladas. Marte también, y la oposición del planeta este año se produce justo del lado del perihelio marciano, cuando se encuentra más cercano al Sol. Es la razón por la cual Marte se ve extraordinariamente brillante estos días. Búsquenlo opuesto al Sol (por eso se llama oposición): alzándose por el sudeste al anochecer, y poniéndose en el sudoeste al amanecer. El día de esta foto le apunté y en una exposición única logré capturarlo así, lo cual es una rareza. Primero porque Marte es muy chiquito (un centésimo de la Luna), y segundo porque estaba todavía envuelto en una tormenta de polvo global. Pero se distinguen el casquete polar austral (donde justo ese día se había anunciado el descubrimiento de un lago líquido subterráneo) y una bandita oscura en latitudes meridionales. La técnica correcta para fotografiar Marte no es ésta, por eso me llamó la atención la claridad de estos detalles.
Las imágenes de los eclipses lunares son del sitio de Eclipses de la NASA, eclipse.gsfc.nasa.gov. La imagen de las oposicines de Marte está tomada de Brane Space.
La órbita de la Tierra también es ligeramente excéntrica, y el máximo alejamiento fue hace poco, el 6 de julio. Así que el Sol es en esta época un cachito más chico, y la umbra de la Tierra un poco más ancha, lo cual también contribuyó al supereclipse.
El próximo eclipse, el del 21 de enero del año que viene, no será tan largo. Pero estaremos mejor posicionados para verlo en las Américas.
Un par de días antes del eclipse estaba completamente despejado en Bariloche, y aproveché para hacer unas fotos de alta resolución de la luna de 12 días. Aquí está, en colores naturales y saturados, como nos gusta hacer para destacar los distintos minerales del suelo lunar.
Por supuesto, no sólo la Luna y la Tierra tienen órbitas ovaladas. Marte también, y la oposición del planeta este año se produce justo del lado del perihelio marciano, cuando se encuentra más cercano al Sol. Es la razón por la cual Marte se ve extraordinariamente brillante estos días. Búsquenlo opuesto al Sol (por eso se llama oposición): alzándose por el sudeste al anochecer, y poniéndose en el sudoeste al amanecer. El día de esta foto le apunté y en una exposición única logré capturarlo así, lo cual es una rareza. Primero porque Marte es muy chiquito (un centésimo de la Luna), y segundo porque estaba todavía envuelto en una tormenta de polvo global. Pero se distinguen el casquete polar austral (donde justo ese día se había anunciado el descubrimiento de un lago líquido subterráneo) y una bandita oscura en latitudes meridionales. La técnica correcta para fotografiar Marte no es ésta, por eso me llamó la atención la claridad de estos detalles.
Las imágenes de los eclipses lunares son del sitio de Eclipses de la NASA, eclipse.gsfc.nasa.gov. La imagen de las oposicines de Marte está tomada de Brane Space.
04/08/2018
Eclipse lunar y oposición de Marte
Vimos el eclipse. Es decir, el final del eclipse parcial (la totalidad terminó antes de que la Luna asomara sobre el horizonte). Estuvo nublado desde temprano, pero el pronóstico anunciaba que se despejaría justo para la hora del eclipse, al caer la noche. Y así fue. Apenas. En todo caso, las nubes le agregaron dramatismo al siempre precioso espectáculo natural de la luna llena en sombras.
Nótese el color rosado que todavía tenían los cerros nevados de la estepa, allá lejos. En esta imagen acercada se llega a distinguir apeeeeenas el color rojo característico de la parte eclipsada, que es más bien un anaranjado oscuro o ladrillo, y no el color de la sangre que en los últimos tiempos promocionan los medios sensacionalistas.
La verdadera explicación es tan bellamente poética que no sé para qué hay que recurrir a la sangre. Ya lo hemos dicho más de una vez: es la luz de todos los amaneceres y atardeceres del mundo a la vez, que tiñen de rojo la sombra del mundo. El color, de todos modos, hay que verlo para conocerlo, es muy difícil de reproducir en fotos. Si te perdiste el eclipse (por mal tiempo, como en Buenos Aires) tendrás revancha en enero próximo.
El planeta Marte, súper brillante, ya había asomado sobre las delgadas nubes.
Uno de estos días, por la mañana, ya lo había fotografiado poco antes de amanecer, sobre el cerro Catedral: el planeta Marte en el Cinturón de Venus.
Ojo: ¡si estás leyendo el blog en el teléfono, no esperes ver a Marte! Descargá la imagen en la pantalla de la computadora para apreciarla.
Hay tanto para contar, pero tan poco tiempo. Sigo otro día.
Nótese el color rosado que todavía tenían los cerros nevados de la estepa, allá lejos. En esta imagen acercada se llega a distinguir apeeeeenas el color rojo característico de la parte eclipsada, que es más bien un anaranjado oscuro o ladrillo, y no el color de la sangre que en los últimos tiempos promocionan los medios sensacionalistas.
La verdadera explicación es tan bellamente poética que no sé para qué hay que recurrir a la sangre. Ya lo hemos dicho más de una vez: es la luz de todos los amaneceres y atardeceres del mundo a la vez, que tiñen de rojo la sombra del mundo. El color, de todos modos, hay que verlo para conocerlo, es muy difícil de reproducir en fotos. Si te perdiste el eclipse (por mal tiempo, como en Buenos Aires) tendrás revancha en enero próximo.
El planeta Marte, súper brillante, ya había asomado sobre las delgadas nubes.
Uno de estos días, por la mañana, ya lo había fotografiado poco antes de amanecer, sobre el cerro Catedral: el planeta Marte en el Cinturón de Venus.
Ojo: ¡si estás leyendo el blog en el teléfono, no esperes ver a Marte! Descargá la imagen en la pantalla de la computadora para apreciarla.
Hay tanto para contar, pero tan poco tiempo. Sigo otro día.