Hace un año fotografié, desde el balcón de casa, el notable cúmulo globular Messier 30, en la constelación de Capricornio. Creo que fueron unas pruebas con un nuevo sistema de guiado, porque no es una imagen de gran calidad. Son apenas 20 minutos de exposición, sin calibración oscura. Recién el mes pasado se me ocurrió procesarlas, y la verdad que está bastante bien. Así brilla Messier 30 junto a 41 Capricorni, una estrella de quinta magnitud, de tipo G como el Sol pero más grande:
¿Por qué notable? Messier 30 es uno de los casos más dramáticos de colapso de núcleo: el destino que sufren algunos cúmulos globulares en los que, por mecanismos no del todo desentrañados, más o menos la mitad de sus estrellas terminan apretadísimas en una región compacta. ¿Cuánto? La mitad de las estrellas de Messier 30, unos 80 mil soles, ocupan un volumen como de acá a Sirio. En nuestra región de la Galaxia en ese volumen hay una, dos, tres, cuatro... cinco. Cinco estrellas. Versus 80 MIL. Muchas de estas estrellas terminan fusionadas unas con otras, lo que las rejuvenece y azula. Se llaman rezagadas azules, y ya hemos hablado de ellas. Por supuesto tiene también algunas gigantes rojas, y varias de ellas se ven en mi foto.
Messier 30 es también inusual por su órbita. Se encuentra a 26 mil años luz de nosotros, como el centro de la Vía Láctea y más o menos en la misma dirección, pero 45 grados hacia el sur del plano del disco de la galaxia. Y gira alrededor del centro de la Vía Láctea de manera opuesta al resto de las estrellas. Por esta razón se sospecha que es en realidad el núcleo desnudo de una galaxia fagocitada por la nuestra, algo que también ya hemos comentado. El hecho de que sea extremadamente antiguo (13 mil millones de años) parece apoyar la misma hipótesis.
El trabajo que argumenta a favor del origen extragaláctico de NGC 7099 es Accreted versus In Situ Milky Way Globular Clusters, de Forbes y Bridges (arxiv.org/abs/1001.4289).
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