18/01/2025

El ático del cielo

Hoy en día hay inmensos catálogos de objetos astronómicos, con miles de millones de objetos: estrellas, cúmulos de estrellas, nebulosas de varios tipos, pulsars, galaxias, quasars... Casi todos son compilados por robots, que escudriñan el cielo sin pestañear, y con la paciencia que sólo los robots pueden sostener. Estos catálogos coexisten (y se cruzan) con decenas de catálogos grandes, trabajosamente compilados por astrónomos durante el siglo XX, a partir de fotografías tomadas en frágiles placas de vidrio, o en trazas de tinta sobre cintas de papel en el caso de los radiotelescopios. Y todos ellos abarcaron y mejoraron los primeros grandes catálogos y atlas del cielo, que hicieron astrónomos todavía más esforzados durante el siglo XIX, con el ojo pegado al ocular de un telescopio, un reloj en una mano y un lápiz en la otra...

En el siglo XVIII había muy pocos atlas celestes. Hemos mencionado alguna vez a Johann Bayer, que publicó en 1603 su Uranometria a partir de las observaciones de Tycho Brahe y Johannes Kepler. Otro Johannes, Hevelius, publicó otra Uranometria mucho más completa a fines del mismo siglo. Pero en el siglo XVIII, ya con telescopios, los catálogos empezaron a crecer. John (y dale con los juanes) Flamsteed sentó un estándar con su Atlas Coelestis en 1729. Pero todos estos catálogos y cartas describían el cielo visible desde Europa. El cielo austral necesitaba su uranógrafo. Y el que asumió la tarea fue un abad francés, Nicolás Louis de Lacaille. En 1739, a los 26 años, hizo un trabajo sensacional midiendo un grado del meridiano de París, mejorando el trabajo de Cassini, lo que le valió una cantidad de reconocimientos. Se estableció como astrónomo y profesor, y fue el primero en defender y enseñar las teorías de Newton en Francia. Habiendo medido con precisión la Tierra, quiso hacer lo mismo con el sistema solar, midiendo la distancia a los planetas haciendo observaciones simultáneas desde el Cabo de Buena Esperanza y París. Así que propuso un proyecto ambicioso y la Academia de Ciencias se lo financió. En 1750 viajó a Sudáfrica (varios meses de viaje, no vayan a creer que era cosa de volar del Charles de Gaulle a Cape Town en Air France). La expedición duró más de cuatro años. No sólo completó su proyectada medición de los planetas, sino que aprovechó para medir un arco de meridiano africano, para seguir estableciendo la forma de la Tierra. Pero su mayor legado fue un catálogo de 9776 estrellas (entre las cuales está la enana roja más brillante del cielo, Lacaille 8760, que comentamos recientemente), más 22 cúmulos abiertos, 4 cúmulos globulares (incluyendo Omega Centauri y 47 Tucanae, una galaxia y dos nebulosas brillantes: la de la Laguna y la de Carina ¡El tipo descubrió la Nebulosa de Carina!

Al asumir su tarea cartográfica, Lacaille se encontró con que le faltaban constelaciones, así que las inventó. De las 88 constelaciones modernas, Lacaille definió 14, que aquí vemos en un mapa publicado de manera póstuma, el Coelum Australe Stelliferum, donde latinizó sus nombres originales en francés:

Las constelaciones del hemisferio norte son mayormente personajes de los mitos griegos, o incluso más antiguos, porque los astrónomos europeos las habían recibido desde la profundidad de los tiempos. Para las constelaciones australes, Lacaille usó objetos más cercanos a la Revolución Científica de su siglo. 

Lacaille Coelum Australe Stelliferum Delporte
La Machine Pneumatique Antlia Pneumatica Antlia La Bomba de Vacío
Le Burin Caelum Sculptorium Caelum El Cincel del Escultor
Le Compas Circinus Circinus El Compás de dibujo (¿El suyo?)
Le Fourneau Chymique Fornax Chimica Fornax El Horno químico
L'Horloge à pendule et à secondes Horologium Horologium El Reloj de péndulo (¿El suyo?)
La Montagne de la Table Mons Mensa Mensa El Cerro Mesa (Table Mountain), que se alza sobre la Ciudad del Cabo
Le Microscope Microscopium Microscopium El Microscopio
L'Équerre et la Règle Norma et Regula Norma La Escuadra y la regla (¿las suyas?)
L'Octante de Reflexion Octans Octans El Octante (¿el suyo?)
Le Chevalet et la Palette Equuleus Pictoris Equuleus El Caballete de pintor
La Boussole Pixis Nautica Pyxis La Brújula
Le Réticule Rhomboide Reticulus Reticulum El Retículo de astronomía (el suyo)
L'Atelier du Sculpteur Aparatus Sculptoris Sculptor El Taller del Escultor
Le Telescope Telescopium Telescopium El Telescopio

Varias de ellas representaban objetos reales de su valija de astrónomo: Reticulum era el retículo de su propio telescopio, que había usado noche tras noche durante un año para llevar a cabo su tarea. Junto al Retículo está Horologium, el Reloj, que sospecho puede ser el que usaba para sus mediciones de posiciones estelares.

Aunque en la carta celeste Lacaille preservó la enorme constelación de Argo Navis, en el catálogo la dividió en tres: Carina (la proa), Puppis (la popa) y Vela (las velas), un desguace que también llegó al cielo actual. Junto a la Popa agregó su Brújula.

El telescopio que usó Lacaille para sus observaciones astronómicas formaba parte de un instrumento llamado cuadrante, que montó en un departamento que alquiló a una cuadra de la playa en Ciudad del Cabo, con su reloj de péndulo y su cuaderno de notas. Era un instrumento minúsculo, con una apertura de media pulgada. ¡Media pulgada! Quien haya usado esos buscadores chiquitos en su propio telescopio sabe cuánto se ve: ¡poquísimo! Sumado al aire marino, el trabajo de Lacaille es todavía más sorprendente.

Lacaille regresó a París en 1754 (previa escala de trabajo en Mauritius), completó la reducción de sus mediciones, y las publicó en la Academia de Ciencias en 1756 (segunda edición en 1763, con los nombres latinizados). Murió muy joven, a los 49 años. Era un tipo callado, de pocos amigos, modesto, honrado e inmensamente dedicado a su trabajo. En su corta vida completó más observaciones y cómputos que todos sus contemporáneos juntos. Todos los que lo conocían lo admiraban sinceramente. Casi nadie lo recuerda hoy en día, pero es una suerte que Delporte (basado en el trabajo de Benjamin Gould, en Córdoba) haya sancionado para la posteridad sus constelaciones, oscuras y difíciles de reconocer, un verdadero "ático del cielo".  



El catálogo de Lacaille, incluyendo las fechas de observación de cada estrella, está publicado como: TABLE DES ASCENSIONS DROITES ET DES DÉCLINAISONS APPARENTES. Des Étoiles australes rensermées dans le tropique du Capricorne; observées au cap de Bonne-espérance, dans l'intervalle du 6 Août 1751, au 18 Juillet 1752. Par M. l'Abbe DE LA CAILLE. Puede consultarse online.

11/01/2025

Lunasticio

La Luna da una vuelta a la Tierra más o menos cada cuatro semanas, recorriendo el cielo entero. Emula aproximadamente en un mes lo que hace el Sol en un año. En su ciclo anual, el Sol alcanza una posición máxima hacia el norte y una hacia el sur, llamadas solsticios. La Luna hace lo mismo, pero mucho más rápido, y pasa por un lunasticio más o menos cada dos semanas:

Como la órbita de la Luna está inclinada unos 5 grados con respecto a la órbita de la Tierra, en realidad la Luna recorre una franja un poco distinta que la que recorre el Sol. La órbita terrestre está inclinada 23.5° con respecto al ecuador, y la órbita de la Luna está inclinada unos 5° con respecto a la terrestre. Así que la Luna puede alcanzar una declinación (el equivalente celeste de la latitud) de 23.5° + 5° = 28.5°, como se ve en el gráfico. 

La cosa es más complicada, ya que por acción de la gravedad del Sol, la órbita de la Luna no se mantiene constante. La intersección de los dos planos, el de la órbita de la Tierra y el de la órbita de la Luna se llama línea de nodos, y da una vuelta cada 18.6 años. Así que a veces los 5° se suman a los 23.5°, como en el esquema de arriba, y a veces se restan:

En el primer caso se dice lunasticio mayor, y en el segundo lunasticio menor. La diferencia es grande. Si comparamos el gráfico de los primeros meses de 2025 con los del 2034 (dentro de medio ciclo de precesión de la órbita lunar), se ve algo así:

Cuando la luna llena coincide con el lunasticio, entonces su recorrido en el cielo es particularmente notable. Y cuando coincide además con el solsticio, como la luna llena ocupa en el cielo la posición opuesta al Sol, es más notable todavía. Algo así ocurrió con la luna llena del 15 de diciembre pasado, muy cercana al solsticio: salió y se puso muy al norte y tuvo un recorrido muy bajito en el cielo (vista desde el hemisferio sur; muy alto vista desde el norte). Estuve ocupado y no pude contarlo antes, pero el ciclo de precesión lunar es muy lento, así que veremos casi lo mismo esta semana, con la luna llena del 13 de enero. Vista desde Bariloche, la Luna saldrá casi desde el noreste y alcanzará apenas 23 grados de elevación, en hermosa conjunción con el planeta Marte. En comparación, la luna llena del 12 de junio (coincidente con nuestro solsticio de invierno) saldrá casi por el sudeste y habrá que levantar la mirada hasta los 77 grados de elevación para verla.

El siguiente gráfico abarca un ciclo completo, desde principio de 2024 hasta fin de 2044. Se ve que actualmente estamos en una época de lunasticios mayores, que no volveremos a ver en casi dos décadas.

Los lunasticios mayores son muy notables, porque el recorrido de la luna pasa de ser muy alto a ser muy bajo, con una diferencia de 57 grados, en el transcurso de apenas dos semanas. Durante los lunasticios menores, en cambio, la diferencia es de apenas 36 grados. Todo el fenómeno es tan notable que el conocimiento de este ciclo de la Luna es extremadamente antiguo, lo tenemos desde la Prehistoria. Por ejemplo, el monumento de Stonehenge tiene en cuenta los lunasticios mayores, y por supuesto lo conocían los babilonios y los griegos, que lo calcularon con precisión. Es algo que, aunque está en nuestra civilización desde hace, no sé, 10 mil años, se ha perdido por completo fuera de los círculos especializados.

 


La declinación lunar la calculé con el sistema de efemérides del JPL, Horizons

Desde Norteamérica, el 13 de enero la Luna ocultará al planeta Marte. Desde otros lugares, veremos una conjunción notable.

04/01/2025

¡Feliz año anomalístico nuevo!

Hoy, 4 de enero, a las 10:28 hora argentina, brinden porque empieza un año nuevo. Un año anomalístico. ¡Feliz año anomalístico nuevo!

El año anomalístico es mi favorito de todos los años de la Tierra, sobre todo porque me encanta el nombre. Se llama así porque, en mecánica orbital, se llama anomalía (andá a saber por qué) al ángulo entre el objeto en órbita y su periapsis. En este caso el perihelio, que es el punto de máximo acercamiento al Sol en la órbita elíptica de la Tierra (en la figura el óvalo está muy exagerado para que se note mejor). Esto también me gusta: que empieza en un punto particular de la órbita, cosa que no ocurre el 1 de enero. El año anomalístico, entonces, es el tiempo que transcurre de un perihelio al siguiente. Dura 365.259636 días, 5 cienmilésimos más que el año calendario promedio.  

El año nuevo que festejamos el 1 de enero, en cambio, es el año civil o año calendario, que es el que rige los aniversarios de todo tipo. Dura una cantidad entera de días (365 o 366), porque a la órbita de la Tierra no le importa cuánto dura un día. En nuestro calendario actual, el gregoriano, la duración promedio del año civil a lo largo de los siglos se puede calcular fácilmente teniendo en cuenta los bisiestos cada 4 años, excepto los años múltiplos de 100 (1900 no fue bisiesto), salvo cuando son también múltiplos de 400 (2000 sí fue bisiesto): 365 + 1/4 - 1/100 + 1/400 = 365.2425 días.

El calendario gregoriano pretende aproximar el año trópico, medido de equinoccio de marzo a equinoccio de marzo, que dura 365.24219 días. La diferencia es de menos de una parte por millón, lo cual habla muy bien de Clavius y los astrónomos del siglo XVI que diseñaron la reforma del calendario juliano, que era  de 365.25 días. Cuando terminan los 366 días de un año bisiesto (como el 2024) hemos dado un poquito más de una vuelta alrededor del Sol.

El año sideral, en cambio, es el tiempo que tarda la Tierra en completar una órbita, medido con respecto a un sistema de referencia fijo, tal como las estrellas lejanas. Actualmente dura 365.256363004 días. Bueno, eso duró en el año 2000, que se usa como referencia. Es distinto del año trópico debido a la precesión de los equinoccios, un fenómeno que se conoce desde hace miles de años. Y es distinto del año anomalístico debido a la precesión del perihelio. Un lío, sí. ¿Se creían que un año es un año es un año?

Y tenemos también el año dracónico, que se mide entre dos pasos sucesivos del Sol por la línea formada por la intersección de la órbita de la Luna con la de la Tierra. Está relacionado con algo que contaré la semana que viene, y también se lo llama eclíptico, porque sólo en esa línea se producen los eclipses. Y el año lunar, que dura exactamente 12 ciclos lunares (unos 354.37 días), y que es la base de muchos calendarios antiguos y el islámico moderno. Y el año sótico o canicular, medido con respecto a Sirio, usado por los antiguos egipcios. Y el año de Gauss, y el de Bessel...

La ciencia: 26 siglos complicándolo todo. 

28/12/2024

La Luna en 2025

Ya termina el año, y aquí compartimos nuestro clásico panorama de la Luna en 2025. Toda toda, acelerada 200 mil veces para comprimir un año en 3 minutos, y con el sur hacia arriba tal como la vemos en el hemisferio sur.

Habrá dos eclipses lunares. El más interesante para nosotros será el de la noche del 13 al 14 de marzo, un eclipse total en horas de la madrugada, visible desde las Américas. Por alguna razón, la captura del video se salteó el oscurecimiento correspondiente (que se puede ver en el eclipse de septiembre). Pero habrá eclipse en marzo, ya daremos más detalles.

El eclipse lunar de septiembre será visible mayormente en Asia y la cuenca del océano Índico.

El 2025 viene pobre en eclipses solares: apenas dos eclipses parciales, con sus máximos en regiones polares o subpolares, no muy interesantes. 

La Luna ocultará a Saturno y a Marte en enero, a Mercurio en marzo, y a Venus en septiembre. Ninguno de estos mini eclipses será visible desde nuestras latitudes. Pero tendremos dos ocultaciones de Antares, una en febrero (en la madrugada) y otra en mayo (comienza a medianoche del 13 al 14, hora argentina):

Las ocultaciones de enero serán visibles en Europa (la de Saturno) y en Norteamérica (la de Marte, en la noche del 13):

La ocultación de Mercurio será visible desde Australia, y la de Venus desde Europa entera, pero de día:

Felices fiestas, nos vemos el año que viene.



El video está hecho con Celestia. El eclipse lunar está simulaco con Stellarium. Los mapas de ocultaciones son de In-the-sky.org, porque me cansé de la interfase de Occult, que se quedó en el siglo XX.