14/04/2018

El mundo al revés

En noviembre estuve en el Planetario de Buenos Aires, visitando a mi amigo Diego Hernández. Aprovechando que no había funciones por ser lunes, me llevó a la sala de proyección para mostrarme el nuevo sistema de control y operación del modernísimo proyector que ha reemplazado al viejo Zeiss de nuestra infancia.

En un momento me acerqué al instrumento, que es como una cruza entre R2-D2 y BB-8, un cilindro redondeado recubierto de lentes por todos lados. Cuando uno se acerca a una de ellas se ve así:


A la pucha, qué brillante. Parece que uno se estuviera acercando al ojo de buey de una nave espacial cerca de una estrella. "Asomate", me dice Diego, "es una experiencia única". Así que me asomé. Lástima que no hay efectos de sonido para acompañar la imagen:

¡Oooooohhhhh! ¡Aaaaaahhhhhh! La foto no alcanza a transmitir la experiencia. ¿Qué estoy viendo? Son las estrellas, pero es tan distinto del cielo estrellado... Cuando uno se mueve un poco a los lados ve como una esfera plagada de estrellas, pero vista desde afuera. Un cielo estrellado visto desde afuera. Como si uno estuviera fuera del universo, y mirando hacia adentro. Como una versión astronómica del Aleph borgiano. Esa parte más densa debe ser la Vía Láctea. Y esa estrella brillante ¿podría ser Sirio? Andá a saber. ¿Se podrían reconocer las constelaciones, al revés?

Me pareció reconocer la Cruz del Sur en esta lente, pero no a los Punteros. Es confuso, y sobrecogedor. Miré hacia la cúpula buscando algo identificable, y encontré la Nube Mayor de Magallanes. Miré de nuevo el R2-D2 tratando de identificar la lente correspondiente, y me asomé, como se asomaría Dios a ver qué onda el universo...


My God, it's full of stars, diría Dave Bowman hace 50 años. No recuerdo más. Me fui, muy impresionado. Diego me debe haber dado un montón de Si Muoves para repartir en Bariloche, porque me encontré la mochila llena de revistas.


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