13/03/2021

Chester Moor Hall

Chester Moor Hall nació el 9 de diciembre de 1703, y murió el 17 de marzo de 1771 (justo tres meses después del nacimiento de Beethoven). Esta semana se cumplen 250 años de su fallecimiento, así que vamos a aprovechar para rescatarlo del olvido. Moor Hall fue un acomodado caballero del condado de Essex, en el sudeste inglés, allí donde el Támesis se vierte, manso y marrón, en el mar del Norte. Fue un abogado exitoso y magistrado condal, lo cual no le hubiese garantizado aparecer en este blog. Pero también era aficionado a la astronomía. Como hoy en día, la astronomía siempre se nutrió de gente de todas las profesiones que, en algunos casos de manera obsesiva, hicieron contribuciones mucho más allá de lo que se imaginan los que dicen "ah, tenés un hobby". En este blog lo decimos sin miedo: Chester Moor Hall era aristócrata, abogado y astrónomo.

Como sabe cualquier aficionado a la óptica o a la música de Pink Floyd, la luz se descompone en colores cuando atraviesa una cuña de vidrio. Esto se debe a que cada color (cada longitud de onda) viaja dentro del vidrio a una velocidad diferente (bastante menor que los proverbiales 300 mil kilómetros por segundo, eh). Esta dispersión hace que la imagen formada por un telescopio sencillo sea horrible, plagada de lo que se llama aberración cromática. Pasado más de un siglo desde que Galileo apuntara su telescopio a la Luna, Moor Hall tuvo una idea genial: ¿por qué no usar una segunda lente, para rejuntar los colores cuando salen de la primera? Tendría que tener la curvatura al revés, pero además tendría que ser de un material distinto. Si se usara el mismo vidrio, la curvatura al revés compensaría además el aumento de la primera lente, y el resultado sería equivalente a un vidrio plano. No se puede hacer un telescopio con un vidrio plano, eso lo sabía hasta un abogado existoso. Pero en Inglaterra los vidrieros habían inventado un vidrio distinto, llamado flint, que no es el vidrio común de ventana, llamado crown y conocido desde la prehistoria. El vidrio flint es muy lindo, muy transparente y brillante. Es lo que comúnmente se llama "cristal", o cristal de plomo, aunque no sea cristal sino vidrio. Los chirimbolos de Swarovski, las copas finas, los platos Galaxia de Rigolleau, cosas por el estilo, son de vidrio flint.

La cuestión es que Chester se cansó de la aberración cromática y decidió hacer el intento con una lente compuesta de vidrio flint y vidrio crown. Hizo su diseño pero, consciente del valor de su invento si llegara a funcionar, le encargó las lentes a dos ópticos distintos. Tenían los mejores talleres de Londres y eran tipos súper ocupados. Su negocio no estaba en hacer lentes individuales, así que ambos subcontrataron el trabajo. ¡Y los dos se lo encargaron al mismo vidriero! El afortunado fue George Bass, que tenía un taller de segunda categoría. Aún ignorando que las dos lentes eran para un mismo cliente, de todas maneras Bass sospechó algo. Eran dos lentes encargadas el mismo día, del mismo tamaño, que se apoyaban perfectamente una sobre la otra. Mmmmm... Bass las talló y las pulió. Podemos imaginarlo tomando una con la mano izquierda y la otra con la mano derecha. Las superpone y mira a través. ¡Maravilla! ¡La aberración cromática había desaparecido!

A pesar de su precaución inicial, Moor Hall no protegió su invento. Tal vez le bastaba con que su telescopio fuera el mejor del mundo. A Bass tampoco se le ocurrió sacar algún provecho. Parece inclusive que alguno de ellos se lo contó a algún amigo, porque de a poco varios talleres de Londres empezaron a fabricar estas lentes acromáticas. Hasta que Bass se lo contó, 20 años después de su invención, a su colega John Dollond, dueño de un muy exitoso taller. Dollond sí se dio cuenta del valor comercial del invento y se apuró a patentarlo, previa publicación en las Philosophical Transactions de la Royal Society (sin mencionar a Moor Hall ni a Bass). Parece que tenía ciertos escrúpulos, porque nunca se atrevió a exigir sus derechos de patente. Igual, con "su" invento, se convirtió en el óptico de los ricos y famosos, lo cubrieron de honores, premios y la mar en coche. Pero al morir John su hijo Peter echó los escrúpulos por la borda, demandando judicialmente de manera feroz a los ópticos que usaban el diseño de su padre. Bah, el diseño de Hall, fabricado por Bass, que se lo contó a su padre, quien lo patentó. Muchos talleres terminaron en la ruina, ya que las cortes sostuvieron la validez de la patente con argumentos tirados de los pelos, a pesar del testimonio de muchos ópticos, incluído el pobre Bass, quien fue llevado en silla de ruedas a contar la historia ante los jueces. Dollond consiguió resarcimiento de daños por 250 libras esterlinas (como un millón de libras de la actualidad). Hall, que a pesar de su formación en leyes era un caballero, jamás apeló el reclamo de Dollond.

Finalmente la patente expiró y el precio de las lentes acromáticas se desplomó. Fue una revolución en la construcción de telescopios. El taller del famoso Jesse Ramsden, cuyos oculares (acromáticos, obviously) seguimos usando, floreció en esta época. Como conté en Viaje a las Estrellas, el flint escapó del monopolio inglés a principios del siglo XIX y los astrónomos de todo el mundo tuvieron acceso a telescopios acromáticos. Y pudieron ver el universo como nunca antes.


Me enteré del olvidado Chester Moor Hall en The life and times of the telescope, de Fred Watson.

3 comentarios:

  1. Muyyyy bueno ... Bien narrado y entretenido....
    Muchas gracias caballero... Saludos astronimicos desde SanJuan, Arg...

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  2. También se menciona el tema, todos los personajes y la secuencia en "Historia del telescopio" , de Issac Asimov. Alianza Ed., pag 96 y sig. Pero no hablan mucho del tema judicial, digamos. Saludos!

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  3. estupendo relato de un avance tecnológico y de la condición humana.

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