Hace 200 años, cuando en Tucumán los congresales declaraban la independencia de las Provincias Unidas, no existía ninguna galaxia. La palabra
galaxia sí existía, es el nombre griego de la Vía Láctea, pero nadie la usaba como la usamos ahora. Doscientos seis años antes Galileo había descubierto que la Vía Láctea, que a simple vista parece una nubosidad continua cruzando el cielo, estaba formada por miríadas de estrellas pequeñitas y tan juntas que sólo a través del telescopio se podían distinguir individualmente. Pero durante siglos siguió siendo éso: una banda de luz tenue cruzando el cielo.
Un año antes, en 1815, Belgrano y Rivadavia habían viajado a Inglaterra en misión diplomática, a tantear cómo venía el ambiente político post-Waterloo. Allí vivía y trabajaba con salario real un talentoso músico y astrónomo de origen alemán:
William Herschel. Me pregunto si se habrán cruzado en Windsor, en Kew o en Buckingham, antes o después de entrevistarse con Jorge III (quien le regaló a Belgrano un reloj de oro, que el prócer usó para pagar los honorarios de su médico en su lecho de muerte, al deberle el Gobierno muchos meses de sueldo). Desde hacía 30 años Herschel venía estudiando la cuestión de la Vía Láctea, en un esfuerzo por comprender lo que llamaba "la construcción de los cielos". Mediante el relevamiento minucioso de la cantidad de estrellas que podía observar a través de sus telescopios en distintas direcciones y un detallado análisis matemático, había llegado a la conclusión de que todas las estrellas formaban parte de un sistema extenso, más o menos irregular, achatado y mantenido por la gravitación. El Sol, en contra del principio copernicano, parecía hallarse en el centro de este disco.
Cien años después, mientras celebrábamos nuestro primer Centenario, existía en todo el universo una sola galaxia: la nuestra, la Vía Láctea, la Galaxia con mayúscula. El año antes un astrónomo norteamericano, Harlow Shapley, observando estrellas variables en los
cúmulos globulares, descubrió que éstos formaban un enjambre centrado no en el Sol, sino en un punto muy lejano en la dirección de Sagitario. Shapley comprendió que la "construcción" de Herschel era inmensamente mayor que la que el músico había estimado. La Vía Láctea era vastísima, la Galaxia (como se había empezado a llamarla a mediados del siglo XIX) abarcaba el universo. Recién en 1923 la palabra galaxia adquirió el plural,
al descubrir Edwin Hubble que la nebulosa de Andrómeda, que Herschel describía intrigado, era
otra galaxia como la Vía Láctea.
Hoy, en el Bicentenario de las Provincias Unidas, sabemos que hay
cientos de miles de millones de galaxias en la parte que podemos observar del universo. Que las galaxias son los verdaderos ladrillos en la estructura del universo. Que la Vía Láctea es una galaxia grande,
de forma espiral. Todas las estrellas que vemos en el cielo, así como
las nubes de gas brillante y las de polvo oscuro, forman
un disco extremadamente chato, más chato que lo que sospechaba Herchel: tiene más o menos las proporciones de un CD, algo más abultado en el medio (donde están las familiares constelaciones de Sagitario y Escorpio). Sabemos que es casi tan antigua como el universo mismo, y que fue creciendo devorando galaxias más pequeñas. Que sus estrellas se suceden en generaciones,
reciclando y enriqueciendo la materia que forma el medio interestelar, a partir del cual se forman nuevas estrellas y planetas. Y que nuestro Sol, nuestro sistema solar, nuestro planeta y nosotros mismos
somos un eslabón en este reciclado permanente de materia en la Galaxia.
¿Qué sabremos de la Galaxia durante el Tricentenario? ¿Habremos zanjado la cuestión de si tiene 2 o 4 brazos? ¿Habremos mapeado la totalidad de sus estrellas? ¿Habremos enviado nuestros robots a visitar las más cercanas? ¿Habremos establecido si algunas de ellas albergan planetas vivos como el nuestro?
¿Y en el Cuarto Centenario?
El contenido de esta nota es más o menos lo que improvisé el pasado 8 de julio, cuando participé por teleconferencia en los festejos del Bicentenario organizados por el
Club de Astronomía de Villa Mercedes. ¡Gracias por invitarme!
La figura de la sección transversal de la Vía Láctea de Herschel es de
On the construction of the Heavens, Philosophical Transactions of the Royal Society of London 75:213-266 (1785).
La figura mostrando la distribución de cúmulos globulares es de Shapley,
Globular clusters and the structure of the galactic system, Publications of the Royal Society of the Pacific 30:42-54 (1918).
La foto de la Vía Láctea en la región de Escorpio es mía mía. Pero se las presto.
El logo reciclado es un chiste.