11/10/2025

La máquina de cazar agujeros negros

Hace 10 años, en septiembre de 2015, el Observatorio LIGO detectó por primera vez el paso de una onda gravitacional. Fue un hito revolucionario, comparable a cuando Galileo alzó por primera vez su telescopio al cielo, abriendo una nueva manera de observar el universo. Las ondas gravitacionales habían sido conjeturadas y luego repudiadas por Einstein 100 años antes, predichas por "nuestro" Guido Beck (amigo de Gaviola y profesor del Instituto Balseiro), vislumbradas de manera indirecta en la década de 1970, finalmente fueron detectadas con un experimento increíblemente sensible, descendiente del famoso experimento crucial que demostró la constancia de la velocidad de la luz. A la radiación electromagnética, más las partículas materiales que llamamos rayos cósmicos, se unió una tercera ventana para explorar el universo. Todavía recuerdo una cena en el International Centre for Theoretical Physics a principios de siglo, cuando me senté a una mesa donde había unos astrofísicos discutiendo precisamente las posibilidades del instrumento que en ese momento se encontraba en etapa de diseño, y lo escépticos que eran respecto de sus posibilidades de éxito. Pero lo lograron, y hoy existen otros dos observatorios similares (en Europa y en Japón), todos trabajando en conjunto para detectar la sutilísima pulsación del espacio-tiempo que nos llega de cataclismos astrofísicos casi inimaginables: colisiones de agujeros negros y de estrellas de neutrones. Ya son una "máquina" de observar estos fenómenos, en todos los rincones del universo:

El gráfico muestra los eventos observados a lo largo de la década, junto con su distancia (en miles de millones de años luz, en escala logarítmica), así como la masa de los objetos y la intensidad de la señal codificadas en el tamaño y el color de los símbolos. El enorme aumento de las detecciones se debe, principalmente, a varias mejoras implementadas en los detectores, muchas de ellas usando técnicas revolucionarias diseñadas especialmente, y que sin duda algún día llegarán a dispositivos de uso corriente, como siempre pasa

La mejora de los sistemas se puede apreciar en esta comparación entre la señal observada en septiembre de 2015, con una observada en enero de este año:

En esta figura se muestran las señales medidas (en violeta), junto con la mejor predicción basada en la Relatividad General (en verde). Ambos eventos son similares: la colisión de agujeros negros de entre 30 y 40 masas solares, a algo más de mil millones de años luz. Se puede ver que la observación de 2015 es mucho más fluctuante y ruidosa, mientras que la de 2025 tiene fluctuaciones de mucha menor amplitud superpuesta a la oscilación bien definida correspondiente a la onda gravitacional. 

La extraordinaria calidad de la detección de la nueva onda por encima del ruido de fondo ha permitido, además, mejorar el cálculo de los parámetros que caracterizan al sistema, principalmente las masas de los agujeros negros. El siguiente gráfico tiene las masas en los ejes, con una nube gris que muestra la calidad de la medición de 2015 mientras una nube azul, mucho más concentrada, es la de 2025. 

Pero mejor todavía que esto, es que pudieron medir con precisión la superficie de los agujeros negros: de los dos que chocaron y del tercero que surgió de su fusión. Esto permitió comprobar la validez de un famoso teorema de Stephen Hawking referido a las superficies: el área final tiene que ser mayor que la suma de las iniciales. El siguiente gráfico muestra el notable resultado, que pudo haberle valido a Hawking un premio Nobel:

En 2016, cuando se anunció la primera observación exitosa, escribí una notita en el blog, que recibió un montón de comentarios con preguntas interesantes, que respondí lo mejor que pude. Los invito a revisarlas, ¡y a seguir preguntando! 

 


La noticia del aniversario, de la cual tomé las dos primeras ilustraciones (y el título), es del sitio web de LIGO: Ten Years Later, LIGO is a Black-Hole Hunting Machine.

El paper sobre la comprobación del resultado de Hawking es: Abac et al,  GW250114: Testing Hawking's Area Law and the Kerr Nature of Black Holes, Phys. Rev. Lett.  135:111403 (2025). De allí son los dos gráficos finales. 

04/10/2025

La sombra del titán

En el mito griego, los titanes son dioses de la generación anterior a la de Zeus y el resto de los Olímpicos. Su rey era Cronos, Saturno en la tradición latina. Por eso muchos de los satélites del planeta Saturno tienen nombres de titanes y otros seres mitológicos asociados, como los gigantes. El más notable es precisamente Titán: un mundo enorme, más grande que Mercurio, con una atmósfera densa, nubes, lluvia, ríos y mares. Cuando Saturno se encuentra alrededor de su equinoccio, y tanto los anillos como las órbitas de los satélites (regulares) apuntan hacia el Sol, se puede ver la sombra de la luna gigante transitar sobre las nubes del planeta. Es análogo a nuestras temporadas de eclipses, pero 30 veces más lento. La órbita de Saturno es muy amplia, de manera que los equinoccios están separados por 15 años, en lugar de apenas seis meses como en la Tierra. Así que estos tránsitos son bastante raros. Esta foto fue hecha por Volodymyr Andrienko el 18 de julio pasado:

El satélite puede verse también, con su característico color anaranjado, a la izquierda del planeta. También podemos ver que, desde la Tierra, los equinoccios de Saturno son la peor época para observar los anillos, porque están casi de canto. El equinoccio de Saturno fue el 6 de mayo pasado, y la temporada de tránsitos está a punto de terminar. El décimo y último tránsito de esta temporada será este lunes, 6 de octubre, alrededor de las 2:30 de la madrugada, cuando la sombra aparecerá como un mordisco cerca de uno de los polos, y a la vez se verá al propio Titán transitando por delante del planeta:


¡Aprovechen para verlo, y si pueden, para fotografiarlo! Lamentablemente no pude ver ninguno de estos tránsitos esta temporada, y tampoco podré ver el de esta semana. Para el próximo equinoccio estaré jubilado, tal vez tenga mejor chance. Los tránsitos de Titán seguirán ocurriendo hasta el próximo enero de 2026.

Hace 20 años una navecita europea, llevada a Saturno a caballito del robot Cassini de la NASA, aterrizó suavemente en Titán y transmitió hermosas e intrigantes fotos del descenso hasta la superficie. Esta es una animación del momento en que se posó:

¡Lo que se podría hacer con la tecnología actual! La próxima exploración será el robotito Dragonfly, que llevará un helicóptero a Titán. Se espera que despegue en 2028 y llegue a Saturno en 2034. Esperemos que lo logre, y podamos saber más sobre la geología, la "hidrología" y las posibilidades de vida allí.

 


La foto de Saturno con el tránsito de la sombra de Titán es de Volodymyr Andrienko, y fue destacada en APOD. La simulación del 6 de octubre está hecha con Cartes du Ciel. La animación del descenso de la nave Huygens es de ESA/NASA/JPL/UArizona. Vale la pena ver el video completo del descenso.

27/09/2025

30 años no es nada

Hoy, 27 de septiembre, cumplo 30 años de mi Doctorado en Física, otorgado por el Instituto Balseiro de la Universidad Nacional de Cuyo.

Un doctorado no es solamente un título. Es también una tradición milenaria, que comenzó en el siglo XII en Bolonia, en París, en Oxford, donde profesores y alumnos empezaron a asociarse, a elegirse mutua y libremente, para mantener vivo el conocimiento que había sobrevivido a la Edad Media y llevarlo más allá. Hoy en día la estructura de las universidades y de los sistemas de ciencia es inmensamente complicada y variada. Pero la ciencia es una actividad intergeneracional, y en esta instancia, en los doctorados, uno participa de esta tradición ininterrumpida.

Usando información de distintas fuentes he podido reconstruir una larguísima genealogía académica. El siguiente es mi linaje, con flechas que apuntan del profesor al alumno. Es un gráfico muy largo, cortado en dos, no muy artístico, y hay que descargarlo para verlo bien. 


Mi genealogía académica se inserta en la escuela de física vienesa, cuya influencia llegó a la Argentina a través de Guido Beck y Walter Thirring. Puse algunas ramas colaterales para mandarme la parte y para mostrar que, enraizada en Karl Herzfeld, vemos su influencia en una rama norteamericana que lleva a Richard Feynman y Kip Thorne, por ejemplo. La escuela vienesa es particularmente relevante en el desarrollo de la mecánica estadística, un tema en el cual, por cierto, se enmarca mi tesis de doctorado, dirigida por Horacio Wio, cuya portada puse arriba (añejada artificialmente). Es una rama genealógica de la física distinta de la rama "continental" (alemana y francesa, fundamentalemente) y de la rama "británica", y su figura fundacional es el esloveno Jurij Vega, en el siglo XVIII. Mi linaje se vincula un poco con la continental en una bifurcación fácil de ver: Franz-Serafim Exner fue un destacado físico austríaco, muy influyente en la generación que desarrolló la nueva física a principios del siglo XX. Se le reconocen dos linajes: el vienés por un lado y otro, que viene de una serie de químicos alemanes (andá a saber cuántos nuevos elementos químicos hay ahí). A través de ellos se puede rastrear una genealogía más en ciencias biológicas que matemáticas, hasta el siglo de la Revolución Científica y más allá. En el Renacimiento encontramos uno de los nombres más ilustres de todo el árbol: nada menos que Andreas Vesalio, el anatomista flamenco autor del monumental tratado De humani corporis fabrica, que fue para la medicina lo que De revolutionibus de Copérnico fue para la astronomía. Vesalio es mi tátara-tátara-tátara abuelo académico, fijate un poco. Llegué hasta principios del siglo XIV, mucho más lejos que con cualquier árbol genealógico familiar que haya intentado. El más antiguo antepasado que anoté es Manuel Bryennios, un estudioso bizantino de tradición griega, docto en astronomía, matemática y música. Según el Mathematics Genealogy Project es uno de los ancestros académicos con mayor cantidad de descendientes conocidos. Se podría seguir un poco más, adentrándonos ya en los científicos islámicos del Medioevo.

Por supuesto, de esta perspectiva histórica cada uno de nosotros experimenta sólo un pedacito, el que compartimos con nuestro profesor y, más tarde, con nuestro alumno. Seguramente nadie lo sabe cuando empieza la universidad: la relación con el profesor es estrecha, intensa y va cambiando con el tiempo. Primero será un profesor, pero tras cuatro o cinco años será un colega, y terminará siendo un amigo. A los estudiantes que lean estas líneas, les recomiendo que aprovechen al máximo esta relación. Aprendan, pero también enseñen. A todos los profesores les gusta que sus alumnos les enseñen algo. No importa qué. No necesita ser algo científico, por supuesto. Puede ser una receta, o a jugar al go. Den, así como reciben.





Después de obtener su doctorado con Thirring en Viena, el gran Guido Beck hizo lo que hoy se llamaría un postdoc con Werner Heisenberg en Leipzig. Si nos metemos por esa rama encontramos físicos y matemáticos de la escuela "continental": Bohr, Born, Hilbert, Sommerfeld, Oersted... y también británicos: Larmor, Thomson, Rutherford, Routh, Rayleigh, De Morgan, Maxwell... Somos una gran familia.

20/09/2025

La pulsera del gigante

Betelgeuse es una estrella preciosa. Es la más cercana de las supergigantes rojas: estrellas muy pesadas y muy luminosas, cercanas al final de sus vidas. A pesar de ser tan luminosa (unas cien mil veces más que el Sol), Betelgeuse es tan grande que la temperatura de su superficie es de unos 3000 grados, mucho menos que los 5800 del Sol. Por esa razón es tan roja (anaranjada, más bien), se destaca en medio de las estrellas azules de la constelación de Orión, y es tan linda de ver.

Como muchas gigantes rojas, Betelgeuse es una estrella variable. La variación de brillo se debe a que pulsa: cuando se comprime se calienta y brilla más, y cuando se expande se enfría y brilla menos. Como es tan grande y está relativamente cerca, es una de las pocas estrellas cuyo tamaño realmente se puede medir directamente (con técnicas especiales, pero ya centenarias). En el caso de Betelgeuse, se ha observado que esas pulsaciones son imnensas. El pulso no es simple: es una superposición de al menos tres oscilaciones, y las amplitudes de los picos son muy irregulares:

Hay dos oscilaciones de período de algunos cientos de días, perfectamente entendibles por los mecanismos físicos que gobiernan a estas estrellas "maduras". Pero hay una oscilación más larga, con un período de miles de días (unos 6 años, señalado con la línea roja en el gráfico), que no tiene una explicación. Desde hace mucho se sospecha que podría deberse a la presencia de una estrella compañera. Paradójicamente, el brillo de Betelgeuse conspira contra su observación. Es tan brillante que es difícil ver si tiene una compañera, o incluso detectarla en su espectro. A fines del año 2024 se publicaron dos artículos, no relacionados entre sí (incluso usando metodologías distintas) sugiriendo, una vez más, la presencia de una segunda estrella. Los dos coincidían tanto en la masa como la órbita de la compañera. De manera que un tercer grupo decidió buscarla visualmente, usando un telescopio gigante y haciendo fotos de milisegundos para evitar saturar la cámara con el brillo de Betelgeuse. Los muchos fotogramas se combinaron luego matemáticamente (de una manera no muy distinta a la que hacemos los aficionados cuando combinamos múltiples exposiciones). ¿El resultado? No es muy distinto de lo que sabíamos: Belegeuse podría tener una compañera. Pero ahora tenemos lo que podría ser su foto:


Betelgeuse es la estrella anaranjada brillante, y la compañera sería la manchita azul (y por lo tanto más caliente). ¿Por qué insisto con los condicionales? Porque la imagen de arriba, preciosa, que es la que se distribuyó a los medios de prensa, no es la verdadera foto. No sé cómo la manipularon para que quedara tan bonita, pero sé para qué: para vendértela. Lo que en realidad observaron es esto (tomado del paper):

Está señalada la compañera. Mmmmm... puede ser. De hecho, lo que hicieron fue lo siguiente. Como esta gente ya había observado Betelgeuse con esta técnica en ocasión del gran oscurecimiento (que comentamos aquí), y en esa ocasión (según los artículos del 2024) la compañera estaría alineada con Betelgeuse y sería invisible, esperaron al momento en que su órbita la llevara al máximo apartamiento y observaron de nuevo. Para asegurarse. Y efectivamente, como se ve en la figura, en el 2020 (izquierda) no estaba esa manchita, y en el 2024 (derecha) sí está, y exactamente en el lugar previsto. (Fíjense que hay una segunda manchita en el lugar opuesto, del otro lado de Betelgeuse: es un artificio del procesamiento matemático, es esperable y no indica que haya dos compañeras.)

Por supuesto, van a observarla de nuevo en cuanto puedan, en otro máximo apartamiento, a ver si sigue estando la manchita. Por ahora pinta bien, pero hay que tomarlo con pinzas. En todo caso, sería súper interesante que se confirme, entre otras cosas porque permitirá determinar con exactitud la masa de Betelgeuse, que se estima en unas 20 masas solares, pero con mucha incerteza. Esto, a su vez, permitirá mejorar la estimación de la distancia, que tampoco se sabe muy bien (son algunos cientos de años luz).  

La estrellita compañera, según calculan en estos tres trabajos, tiene un poco más de una masa solar, pero ni siquiera es una estrella hecha y derecha, de las que fusionan hidrógeno en el núcleo. Es una protoestrella: todavía está formándose, contrayéndose y calentándose. Ahora, si las dos estrellas se formaron juntas (como ocurre con las estrellas binarias), ¿cómo puede ser que una sea una anciana a poco de finalizar su existencia, y la otra sea menos que un bebé? La razón es que las estrellas no envejecen todas con el mismo ritmo. Las más masivas envejecen mucho más rápido. Betelgeuse nació enorme, vivió radiando furiosamente y consumió todo su hidrógeno. Ahora ya está fusionando helio, camino a explotar como supernova, y la compañerita ni siquiera alcanzó la temperatura suficiente para empezar a fusionar su propio hidrógeno en helio. 

La estrella compañera está en una órbita tan cercana a Betelgeuse que la vista desde ella debe ser espectacular. ¡Debe llenar el cielo! Lo simulé en Space Engine, y con un campo visual de 45 grados de ancho (como viendo el monitor, ni muy lejos ni muy cerca) se vería así:


Está tan cerca que orbita dentro de la densa atmósfera de Betelgeuse. Esto tiene consecuencias: se irá frenando, y en unos 10 mil años terminará cayendo sobre Betelgeuse. No sólo nunca llegará a ser estrella, sino que tampoco llegará a ver a su hemana mayor convertirse en supernova. Aunque, en cierto sentido, explotarán juntas.

Betelgeuse es un nombre de origen árabe, muy deformado por trasliteraciones, pero aparentemente significa "la mano de Orión". Los astrónomos sugieren, para la compañera, un nombre árabe que significa "su pulsera" (y que suena algo así como siguáruha, escúchenlo en Google translate.

 


Los papers de 2024 son:

Golberg et al., A buddy for Betelgeuse: Binarity as the origin of the long secondary period in α Orionis, ApJ 977:35 (2024).

MacLeod et al., Radial velocity and astrometric evidence for a close companion to Betelgeuse, ApJ 978:50 (2025, es del 10 de enero, ya se conocía el resultado en 2024).

El nuevo es: 

Howell et al.,  The probable direct-imaging detection of the stellar companion to Betelgeuse, ApJ 988:L47 (2025). Fíjense que dice "probable" en el título, ya que es un resultado por ahora incierto. Los autores traducen el nombre propuesto como Her bracelet, no sé por qué, ya que Orión es una figura masculina.

13/09/2025

Sombrero estrellado

Hay un galaxia hermosa en la constelación de Virgo (no en el Cúmulo de Virgo pero cerca) que todavía puede verse en esta época del año, ya bajando sobre el horizonte del Oeste. Es la Galaxia Sombrero, o Sombrero Mexicano, que Charles Messier incorporó a su catálogo en una notita manuscrita con el número 104 (recién se la incorporó "oficialmente" al catálogo Messier en 1921). Ya ha aparecido en el blog en más de una ocasión, pero la traigo nuevamente porque hace poco fue observada con la increíble vista del Telescopio Espacial Webb. Esta es la foto, reducida drásticamente para ponerla aquí:

Vayan a la web del Webb para verla en majestuosos 132 megapixels. En realidad, cuando vi esta imagen en junio, me llamó la atención porque parece de baja resolución. Se ve toda una rugosidad indigna del Webb, ocupando el halo de estrellas que se extiende a uno y otro lado del disco de polvo (la banda marroncita), que le da a la galaxia su sobrenombre. Cuando descargué los 200 megabytes de la imagen completa, y la vi al cien por cien de resolución en una pantalla grande, entendí lo que pasaba. He aquí un recorte:

No es baja calidad de la imagen, ¡son estrellas individuales! La galaxia está a 30 millones de años, luz, y el Webb puede ver sus estrellas individuales. Carita de asombro, carita de asombro. Aquí pongo otro recortecito, esta vez de abajo a la derecha:

Como hemos comentado en otras ocasiones, el Webb no puede dejar de ver las galaxias que están atrás, como ocurre con las dos que vemos en la parte de abajo de esta foto (y más, a ver si las encuentran).

A simple vista, o en fotos en luz visible, la banda oscura es mucho más prominente que en esta imagen hecha con el instrumento NIRCam, en "infrarrojo cercano". Pero en radiación infrarroja se ha observado que el halo (y el bulbo que rodea el núcleo brillante), son más grandes y masivos que lo que se creía. Esto le da un aspecto más parecido a una galaxia elíptica con banda de polvo, un poco como Centaurus A, pero achatada. Así que todavía no está claro si es una elíptica que se comió una espiral (las espirales son las típicas galaxias con un disco bien chato de polvo oscuro), o una espiral inflada (probablemente también por haber colisionado con otra galaxia). Webb tiene otro instrumento, que ve el infrarrojo medio, que la muestra bien distinta, como en esta imagen compuesta:

En estas longitudes de onda más largas se ven muchas menos estrellas, y se destaca el disco de polvo, que resulta ser un anillo, bien denso, rugoso y grueso. El estudio en múltiples longitudes de onda, como puede hacer el Webb, es una herramienta poderosa para entender cómo evolucionan las galaxias, reciclando y enriqueciendo la materia de las estrellas, algo que ocurre a una escala tan alejada de la humana, en tamaño y en tiempo, que es extraordinario que podamos hacerlo. 

 


Todas las imágenes son de NASA/ESA/STSciI/JWST. 

Messier no descubrió esta galaxia, sino Pierre Mechain, el astrónomo que mencioné hace poco en relación a la medición del meridiano de París para definir el metro patrón.

06/09/2025

Polillas astrónomas

Hace años conté el descubrimiento de que el escarabajo estercolero sudafricano, cuando se pierde, puede navegar observando la Vía Láctea. El trabajo mereció uno de los premios más prestigiosos de la ciencia, el premio IgNobel, que todos los años son una fuente de diversión e inspiración. Se publica ahora un trabajo similar, también referido a un insecto: ciertas polillas australianas migran en primavera unos 1000 km a un sitio que jamás visitaron, y regresan en el otoño a los sitios de reproducción, donde mueren. Los autores estudiaron las polillas y descubrieron que pueden orientarse exitosamente con el cielo estrellado.

Los investigadores hicieron los experimentos en un planetario para polillas, en cuyo domo proyectaron el cielo correspondiente a distintas épocas del año, e incluso un falso cielo de estrellas al azar, y observaron que la posición de la Vía Láctea (a la hora de vuelo), y especialmente la región brillante de la nebulosa de Carina, les permite navegar en la dirección correcta.

¿Y qué pasa si está nublado? Bueno, las polillas también sienten el campo magnético terrestre (algo que ya se sabía) y pueden orientarse también con éste. Para estudiar ambos métodos por separado, usaron unas bobinas para anular el campo terrestre en el simulador de vuelo. En la siguiente imagen se pueden ver los distintos dispositivos en el sitio del estudio: el planetario, el generador de campo magnético, y una polilla atada (para que vuele en el espacio limitado, sin irse de la arena del experimento):

Adicionalmente, midieron actividad neuronal, con electrodos en la corteza visual de los insectiles cerebritos. Rotando el cielo simulado con las polillas inmovilizadas, registraron actividad neuronal máxima cuando el cielo "natural" tiene cierta orientación (y ninguna bajo el cielo de estrellas aleatorias). Incluso estimulando artificalmente algunas neuronas, simulando el estímulo producido por la posición de la nebulosa de Carina, lograron la misma respuesta neuronal. Se diría que las polillas tienen una neurona de Carina, ¿no?. El estudio concluye que la navegación celeste responde a dos mecanismos: la detección de la forma alargada de la Vía Láctea, y la presencia de un punto brillante en la región de Carina. Hay que agregar que las polillas son capaces de navegar incluso en presencia de la Luna, que es también un punto brillante en el cielo. No está claro si las polillas son capaces de ver, con sus ojos compuestos, estrellas individuales. Los humanos y las aves sí las vemos, y podemos usar estrellas (y constelaciones) para navegar de noche. Parece que animales mucho más simples también son capaces de hacerlo, incluso sin verlas individualmente, o cuando el aspecto del cielo cambia a lo largo de la noche. 

Ya conocemos insectos astrónomos en África y en Australia. Me pregunto si tendremos alguno también en Sudamérica. 

 


El paper es: Dreyer et al., Bogong moths use a stellar compass for long-distance navigation at night, Nature (2025) (accesible libremente en: https://doi.org/10.1038/s41586-025-09135-3).

El 18 de septiembre se entregan los premios IgNobel 2025. ¿Ganarán las polillas el premio de Biología astronómica? 

30/08/2025

Luna negra, ¡no existís!

Apareció una nueva idiotez astronómica: la luna negra. De pronto, los medios masivos empezaron a anunciar con ese nombre un supuesto fenómeno imperdible, que ocurriría el 23 de agosto. Se trató, como tantas otras veces, de algo sacado de la galera mediática, con el único propósito de atraer tráfico. A diferencia de otros inventos parecidos, este es una estupidez total: no es más que la luna nueva, que ocurre todos los meses. En un medio (que no voy a nombrar ni linkear) se valoraba su importancia porque esa noche sería especialmente oscura. Sí, claro: igual de oscura que en todas las lunas nuevas. En todas las notas (no voy a linkearlas, no), se destacaba que era algo tan notable que valía la pena verla. A continuación, por supuesto, se señalaba que no era posible verla, porque la luna nueva ocurre muy cerca del Sol, cuyo resplandor la vuelve invisible. Mirá que gracioso. 

Por suerte existe En el Cielo las Estrellas. No sólo para desenmascarar estos "no fenómenos", sino para mostrarlos. ¿Querés ver la "luna negra"? Acá está:

Esta secuencia de imágenes fue tomada por uno de los satélites meteorológicos de última generación, el GOES-19. Además de toda una batería de instrumentos de observación de la Tierra (como todos los GOES), éste lleva un pequeño coronógrafo: un instrumento capaz de producir un eclipse artificial, ocultando con esa paletita que vemos en silueta la parte brillante del Sol para mostrar su tenue atmósfera, llamada corona. Casi todos los coronógrafos espaciales se ubican en posiciones privilegiadas para tener el Sol siempre a la vista: en el Punto de Lagrange L1 (es el caso de SOHO), o directamente en órbita solar (como STEREO A). GOES-19 está en órbita geoestacionaria, a 35 mil kilómetros de altura. Desde su punto de vista, no sólo ve pasar la luna nueva en su campo visual, como se ve en la animación, sino que en ocasiones se cuela la Tierra misma y abruma la sensibilidad de la cámara, como también se ve en el videíto. Además, como el satélite se mueve bastante rápido, se ve la Luna describir ese raro arco, que corresponde más bien a la órbita del satélite, que a la de la Luna. Como el satélite no está en la superficie, esta "luna negra" durante el máximo acercamiento al Sol no coincide exactamente con la fase de luna nueva (que fue algunas horas antes): 

Esta luna se ve bien negra, en silueta contra la corona solar. Pero la proximidad de la Tierra produce, a veces, otro efecto bien conocido: la luz cenicienta, que es la iluminación del lado oscuro de la Luna por el brillo de la Tierra:

La luz cenicienta es muy tenue, pero aquí se ve tan brillante que parece una luna llena. Esto se debe a que la cámara está preparada para observar la corona solar, que también es muy tenue. Normalmente no podemos ver la luz cenicienta durante la luna nueva, excepto durante un eclipse solar total. Aún así, estamos tan fascinados por el eclipse que nadie le presta atención a la luz cenicienta:


 Luna negra: ¡no existís!

 


Las imágenes del CCOR-1 son de NOAA

23/08/2025

La aurora de Cook

Antes de que el Sol se sumerja en la inactividad, y mientras todavía recordamos las auroras extraordinarias del año pasado, repasemos otro evento similar. En 1769, la expedición científica del Capitán James Cook, al mando del HMS Endeavour, observó el tránsito de Venus desde Tahití. Fue una de las muchas expediciones científicas desplegadas para observar el evento desde distintas partes del mundo y medir, con precisión, la distancia de la Tierra al Sol. El lugar era un paraíso (entre otras cosas, los ingleses vieron por primera vez gente surfeando, un invento de los tahitianos), y no se querían ir. Pero no podían quedarse para siempre, y zarparon. Primero visitaron Nueva Zelanda, circunnavegaron las islas principales, tuvieron entredichos con los maoríes, y siguieron camino. A continuación descubrieron Australia. Para los británicos, porque cincuenta mil años antes ya la habían descubierto los antepasados de los australianos, y tanto holandeses como españoles habían visitado distintos puntos en el siglo XVII. Navegando las peligrosas aguas de la Gran Barrera de Coral el Endeavour tocó fondo y se abrió una enorme vía. Tuvieron que encallar en una playa y tardaron dos meses en reparar el casco. Para entonces, muchos tripulantes sufrían de enfermedades tropicales, desnutrición y agotamiento. Y ahí les cayó la tormenta geomagnética.

Fue el 16 de septiembre de 1770, mientras navegaban cerca de la isla de Timor, a 9.9° de latitud sur, cuando aparecieron auroras en el cielo nocturno. El naturalista de la expedición, Joseph Banks, tomó nota en su bitácora, aunque sin estar seguro de lo que había observado. Auroras a 10 grados de latitud era algo completamente inesperado. Pero eran auroras, y formaron parte de un evento extraordinario, bien documentado, en el cual se vieron auroras durante 9 días en China, Japón y el sudeste asiático. Este es un dibujo de Nagoya, a 35 grados de latitud norte:

Las auroras se producen por impacto del viento solar contra las capas superiores de la atmósfera terrestre, generalmente en regiones polares. Son particularmente intensas, y se extienden hasta latitudes menores, cuando impacta contra la Tierra una eyección de masa coronal. Estas son grandes erupciones de materia y energía, que se originan en las regiones magnéticamente activas del Sol, generalmente asociadas a grandes manchas solares. En los días de la aurora de Cook había manchas enormes en el Sol, como se ve en estos dibujos de los días 14 y 16 de septiembre:

De ese gran grupo de manchas, seguramente, surgió una eyección de masa coronal que causó una tormenta geomagnética al chocar con el campo magnético terrestre, y las consiguientes auroras extraordinarias.

¿Qué tan intensa fue la tormenta geomagnética que permitió ver auroras en regiones ecuatoriales? En el siglo XVIII no existían los magnetómetros, que fueron inventados en el siglo XIX, así que cuantificar estas tormentas antiguas es un problema. Pero en un artículo reciente calibraron un modelo matemático con datos de magnetómetros y observación de auroras, analizando 54 tormentas geomagnéticas entre 1859 y 2005, y lograron estimar la intensidad de tormentas históricas en base a los testimonios visuales. 

Entre otras cosas, parece que la tormenta de Cook fue similar al famoso Evento de Carrington de 1859, la tormenta geomagnética más intensa jamás registrada, que no tuvo mayores consecuencias porque la tecnología eléctrica estaba en pañales. Hoy en día sería un desastre. Los autores incluso encontraron una tormenta muy intensa un par de días antes del Evento de Carrington. Fue el 28 de agosto, domingo, y como los magnetómetros eran aparatos manuales, en ningún observatorio lo registraron. Pero se vieron auroras en La Habana, a 23 grados de latitud. 

Por suerte para Cook y su tripulación, en esa época no usaban radio ni GPS para navegar. En un barco moderno, un evento similar sería un gran problema. Los problemas de Cook eran de otro tipo, y ya sabemos cómo terminó, cocinado

 


El dibujo de auroras en Japón, y los de las manchas solares, son de:  Hayakawa et al., Long-lasting extreme magnetic storm activities in 1770 found in historical documents, ApJ Lett. 850:L31 (2017).

El mapa con las auroras observadas es de Love et al., What is the lowest latitude of discrete aurorae during superstorms?, Space Weather 23:e2024SW004286 (2025).

16/08/2025

Todos los metros el metro

Se me pasó este aniversario redondo, pero vamos a recordarlo antes de que termine el año. El 20 de mayo de 2025 se cumplieron 150 años de la Convención del Metro. ¡Que los cumplas feliz, metro querido!

La Convención del Metro creó la Oficina Internacional de Pesas y Medidas, con el propósito de ayudar a establecer estándares internacionales de medición, principalmente para facilitar el comercio internacional en una época en que ya se perfilaba la "globalización". La conferencia se celebró en París y fue firmada por 17 naciones: Alemania, Argentina, Austria-Hungría, Bélgica, Brasil, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, el Imperio Otomano, Italia, Perú, Portugal, Rusia, Suecia y Noruega, Suiza, y Venezuela. El representante argentino fue el Dr. Mariano Balcarce, yerno de San Martín. Nótese la participación de Estados Unidos, un país donde, 150 años después, el uso del metro está muy limitado.

El metro no se inventó de la nada. Como ya contamos, el hecho aparentemente casual de que pi al cuadrado sea casi exactamente la aceleración de la gravedad en metros por segundo al cuadrado (pi2 = 9.8... y g = 9.8... m/s2) está relacionado con su origen. En el siglo XVII, cuando se inventó el reloj de péndulo, los físicos observaron que un péndulo de unas 39 pulgadas batía cada segundo. El segundo (una fracción del día) era una unidad natural para medir el tiempo, y se la abrazó de manera uniforme en todos los países. Pero la unidad de longitud siempre fue un problema, porque en cada ciudad, con suerte en cada reino, se definía la propia, basada en alguna parte del cuerpo de algún señor poderoso. El péndulo del segundo, como se lo llamó, era una oportunidad ideal para definir una unidad de longitudes universal. Uno de los científicos que estudió la dinámica del péndulo del segundo fue el italiano Tito Livio Buratini, que sugirió formalmente su adopción, e inventó la palabra metro. 

Muchas sociedades científicas apoyaron la idea, pero no se llegó a un consenso, especialmente porque se descubrió que la Tierra está achatada en los polos, de manera que la aceleración de la gravedad depende del sitio, lo cual dificultaba el uso universal del péndulo del segundo. Pasaron cien años y llegó la Revolución Francesa, decidida a acabar con el orden antiguo para bien de la humanidad, lo cual incluía la definición de un metro que pudieran ofrecer "para todos los hombres y todos los tiempos". Ya que la Tierra conspiraba en contra del uso del péndulo, usarían la Tierra misma. Se le encargó a los astrónomos Jean-Baptiste Delambre y Pierre Méchain medir un arco de meridiano de París, desde Dunquerque hasta Barcelona (no fue fácil, fue justo cuando se desató el Terror). Se extrapoló el resultado a meridiano entero, y se definió el metro como la diezmillonésima parte de un cuarto del meridiano de París.

Por supuesto, esta definición tampoco servía para universalizar la unidad. ¡Cada país quiso usar su propio meridiano! (Poco después se midió el de Greenwich, que hoy usamos para establecer el cero de las longitudes.) Pero el metro había ido ganando apoyo durante el siglo XIX, así que hacia 1870 se decidió usar un patrón. Se formó un comité permanente en París, que fue presidido por un militar y geodesta español, con el improbable nombre de Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero. Perfeccionaron la técnica al límite de las posibilidades de la época, y construyeron un patrón en forma de un lingote de 90% platino, 10% iridio, con perfil en X, y con dos marquitas en la cara superior. Con el empuje del General Ibáñez e Ibáñez de Ibero se organizó la Convención de 1875, donde se estableció el metro patrón como unidad fundamental para medir longitudes. Fue el comienzo de lo que hoy llamamos Sistema Internacional de unidades.

La definición del metro en base a un patrón tampoco es universal. Cada país tenía que ir a París para hacer una copia, lo más exacta posible, y llevársela a sus oficinas nacionales, donde se hacían copias sucesivas. Mientras los requerimientos de precisión lo permitieron, esto fue lo que se hizo. Hubo incluso Premios Nobel otorgados por el desarrollo de técnicas que permitieran la comparación de los patrones. Finalmente, en 1960, se abandonó el patrón basado en un artefacto, y se lo cambió por algo que parece más complicado, pero que es mucho más fácil de implementar en cualquier laboratorio de física, y da el mismo resultado en cualquier parte del mundo, sin necesidad de fabricar copias. Se estableció que el metro era la longitud de 1 650 763.73 longitudes de onda de la radición que emite, en vacío, la transición electrónica entre los niveles 2p10 y 5d5 del átomo de kriptón-86.

Pobrecito el kriptón, el desarrollo del láser en esos años reveló que esa línea espectral no permitía satisfacer los requisitos de precisión de la nueva era. Al kriptón le pusieron kriptonita verde, y los metrólogos empezaron a buscar alternativas. La electrónica era ya suficientemente rápida como para medir con precisión frecuencias en el rango de los terahertz, que corresponden a las microondas, con longitudes de onda de centímetros, fácilmente medibles. Surgió entonces la idea de volver a los orígenes, y definir el metro combinando una longitud con un tiempo. Pero hay una combinación de longitud y tiempo más natural que la construcción de un péndulo: la velocidad, longitud dividido tiempo. Y hay una velocidad realmente universal: la velocidad de la luz en el vacío. Así que en 1975 se estableció que la velocidad de la luz es exactamente  299 792 458 metros por segundo, lo cual define el metro (dado el segundo, como Francia): el metro pasó a ser la distancia que recorre la luz en el vacío en 1 / 299 792 458 segundos. Tomá mate. Yo me enteré recién once años después, cuando ingresé al Balseiro. Recuerdo haber ido a buscar los papers, para asegurarme de que no me estaban bolaceando (no había google, obvio).

La definición del segundo siguió atada a un artefacto (la Tierra) hasta 1967, cuando se lo redefinió también en términos de una línea espectral, en este caso del cesio-133. Así que la definición del metro actualmente no está atada a ningún artefacto. En la Convención del Metro se estableció también el patrón del kilogramo como unidad de masa, usando un bloquecito de platino-iridio que guardaron bajo siete llaves (bueno, bajo tres campanas de vidrio). Esta convención duró mucho más tiempo que la del metro, aunque estaba plagada de las mismas dificultades de universalidad. Se la cambió recién en 2019, cuando se definieron de manera exacta otras constantes universales. Entre ellas, la constante de Planck, que junto con la velocidad de la luz y la línea espectral del cesio, permite definir el kilo independientemente de cualquier artefacto. 

¡Feliz cumpleaños, viejo metro! 

09/08/2025

Encuentro cercano

Cuando se descubrió que las galaxias estaban alejándose de nosotros, había excepciones. La más notable era nada menos que M31, la galaxia de Andrómeda, cuyas líneas espectrales no se muestran corridas hacia el rojo, sino hacia el azul, delatando que está acercándose. Durante muchísimo tiempo se sospechó que, en algún futuro lejano, terminaría chocando con la Vía Láctea, produciendo un descomunal evento de creación de nuevas estrellas, como vemos en colisiones similares. Recién en 2013, usando varios años de observaciones con el Telescopio Espacial Hubble, se pudo determinar con suficiente precisión el movimiento, y resultó que efectivamente M31 está en curso de colisión, apuntando directamente hacia el centro de la Vía Láctea. Los autores lo dicen en el abstract de su artículo, usando itálicas para destacarlo del resto del texto (lo cual es una rareza):

«Hence, the velocity vector of M31 is statistically consistent with a radial (head-on collision) orbit toward the Milky Way.»

(Por lo tanto, el vector velocidad de M31 es estadísticamente consistente con una órbita radial (de colisión frontal) hacia la Vía Láctea.) 


A la pucha, qué miedito. Por suerte es algo que no va a pasar hasta dentro de 4 mil millones de años. O no iba a pasar. Porque un nuevo trabajo afirma que la predicción de una colisión era prematura, y que las dos galaxias no van a chocar. ¿Entonces?

Es un problema complicado, naturalmente. No sólo participan las dos galaxias, que son sistemas formados por muchísimos cuerpos individuales, sino el resto de las galaxias del Grupo Local: las satélites y la otra galaxia grande, M33. En el trabajo de 2013, los autores tuvieron en cuenta el movimiento de las satélites de M31, pero no las de la Vía Láctea. Los autores del nuevo trabajo tienen en cuenta los nuevos datos de posiciones y movimientos estelares de Gaia DR3 y adicionalmente, nuestras satélites y M33. La conclusión es interesante: como la Nube Mayor de Magallanes tiene una órbita casi perpendicular a la trayectoria de aproximación de M31, y como es una galaxia grandecita, el tironeo "de costado" que le produce a la Vía Láctea es suficiente para evitar la colisión. M33 también juega un rol, pero menor. Estamos salvados.

¿Estamos salvados? Aunque no se produzca la colisión, la aproximación será muy cercana (¿el periapsis de dos galaxias se llamará "perigalácticon"?). Como se ve en la figura de arriba (derecha), esto ocurrirá incluso más tarde que lo que se pensaba, allá por los 6 mil millones de años (aunque algunos escenarios lo siguen dando a 4000 millones). Es seguro que ambas galaxias resultarán distorsionadas por el encuentro cercano, y que las fuerzas de marea producirán "colas" alejándose del disco actual. Luego habrá más aproximaciones sucesivas, como en una órbita, pero afirman que no habrá colisión en los próximos 10 mil millones de años (con una certeza del 50%, que no es mucho, ¿no?) ¿A dónde irá a parar el Sol? Andá a saber. En el paper de 2013, la simulación mostraba que lo más probable es que terminemos más lejos del centro que ahora (la distancia actual es la línea roja):

 Pero lo interesante sería terminar lejos del disco, para tener una mejor vista, ¿no?

 


Son tres papers los de 2013, todos de libre acceso:

Soh et al., THE M31 VELOCITY VECTOR. I. HUBBLE SPACE TELESCOPE PROPER-MOTION MEASUREMENTS, ApJ (doi:10.1088/0004-637X/753/1/7).

Van der Marel et al., THE M31 VELOCITY VECTOR. II. RADIAL ORBIT TOWARD THE MILKY WAY AND IMPLIED LOCAL GROUP MASS, ApJ (doi:10.1088/0004-637X/753/1/8).

Van der Marel et al., THE M31 VELOCITY VECTOR. III. FUTURE MILKY WAY M31–M33 ORBITAL EVOLUTION, MERGING, AND FATE OF THE SUN, ApJ (doi:10.1088/0004-637X/753/1/9).

El nuevo es: Sawalla et al., No certainty of a Milky Way–Andromeda collision, Nature Astronomy (doi:10.1038/s41550-025-02563-1) 

02/08/2025

Nuevo cometa interestelar

Por tercera vez en la historia hemos detectado, en el sistema solar, un visitante interestelar. El primero fue el extraño objeto 'Oumuamua, descubierto en 2017, cuando ya estaba alejándose. El segundo fue el cometa Borisov, en 2019. Y ahora, un sistema automático llamado ATLAS, creado para detectar objetos peligrosos, ha descubierto el tercero, que ha recibido el nombre 3I/ATLAS (tres-i, no 31). También es un cometa, con una coma y una pequeña cola, aunque todavía está más allá de la órbita de Marte. ¿Cómo sabemos que estos objetos son interestelares? ¿Realmente vienen de otras estrellas? Las observaciones telescópicas permiten calcular sus órbitas, con una técnica inventada por Gauss hace más de 200 años. Miren las de los tres interestelares (la roja es la de ATLAS):

Hace siglos, Kepler descubrió que las órbitas de los planetas tienen forma de elipse. Cien años más tarde, Newton explicó por qué, y mostró que, además, las órbitas de los cometas tienen forma de parábola (en algunos casos, de elipse muy estirada). Pero además, las leyes que descubrió Newton permitían la existencia de órbitas en forma de hipérbola. Las hipérbolas son parecidas a las parábolas, pero mucho más abiertas. Tiene esa forma que se ve en la figura: son como dos líneas rectas unidas por un arquito. Esas rectas se pierden en el infinito. Así que son las trayectorias que siguen los objetos que vienen de más allá del dominio gravitacional del Sol: atraviesan la inmensidad del espacio interestelar, acercándose a una estrella cada muerte de obispo. 

ATLAS fue descubierto cuando todavía se está acercando. Tendrá su máxima aproximación al Sol a fines de octubre, entre la órbita de la Tierra y la de Marte, cuando se encontrará en el vértice de esa curva tan estirada (el perihelio), para luego alejarse de nuevo hacia el infinito

En la trayectoria de entrada tendrá una aproximación cercana con el planeta Marte, en el perihelio pasará a poco más de media unidad astronómica de Venus, y en la salida pasará muy cerca de Júpiter. Ninguno de los tres encuentros, de todos modos, afectará significativamente su órbita. Lástima, porque si quedara "capturado" podríamos ir a visitarlo. En su órbita actual, se está moviendo tan rápido que no hay chance de interceptarlo. Para colmo, cuando esté en el perihelio y su cola cometaria sea máxima, reflejando más luz solar, la Tierra se encontrará del otro lado del Sol. Las mejores observaciones ocurrirán un poco después, hacia fin de año, seguramente. 

A diferencia de sus predecesores, la trayectoria de 3I/ATLAS está apenas inclinada con respecto al plano de las órbitas de los planetas:

Si uno enviara una nave interestelar a explorar otro sistema solar, esa trayectoria sería la mejor, porque permite visitar de cerca varios planetas. De hecho, ATLAS parece, además, ajustado para pasar muy cerca de uno de los planetas gigantes y uno de los rocosos, y encima para que el único planeta habitado esté del otro lado de la estrella, como para evitar un contacto cercano. Estas caracterísiticas (entre algunas otras) lo llevaron a Avi Loeb (un profesor de Harvard notorio por sus afirmaciones controversiales) a sugerir que 3I/ATLAS podría ser una nave alienígena que viene a explorarnos. Un disparate, pero quién te dice, sería lindo que en noviembre lo veamos prender los cohetes y frenar, ¿no?

¿De dónde viene ATLAS? En base a lo que sabemos del movimiento de las estrellas en la galaxia (principalmente gracias a Gaia), parece que viene del disco grueso, que es donde viven estrellas más viejas que las del disco delgado, donde estamos nosotros. Así que este cometa es seguramente muy antiguo, más antiguo que el Sol, la Tierra y todo el sistema solar. La siguiente figura muestra las probables trayectorias del Sol (en amarillo) y de ATLAS (en rojo), a lo largo de algunos cientos de millones de años:

Es importante señalar que esas órbitas son conjeturales, no están medidas y hay que tomarlas con pinzas. Pero son razonables. Fíjense que la del cometa ya no es un hipérbola: es una hipérbola su movimiento con respecto al Sol, pero en la galaxia sigue una trayectoria enroscada, como todas las estrellas, cúmulos y nebulosas. Aquí, vistas de costado, se ve cómo la del cometa interestelar se extiende más hacia arriba y hacia abajo del plano de la Vía Láctea, que la del Sol:

Después de la aparición inesperada de 1I/'Oumuamua los astrónomos se interesaron por estos objetos, y han calculado que todo el tiempo debe haber una gran cantidad dentro del sistema solar. En los próximos años los grandes surveys descubrirán muchos de ellos. Especialmente el nuevo telescopio Rubin, que vio a 3I/ATLAS antes que ATLAS, cuando todavía estaba haciendo observaciones de prueba y nadie se dio cuenta. La Agencia Espacial Europea tiene planes de construir un robot interplanetario para interceptar alguno de ellos, y tenerlo estacionado en el espacio profundo, hibernando hasta que llegue el momento de activarlo. Todavía es un sueño, pero ojalá lo hagan, sería fantástico poder analizar algún visitante de otra estrella. De hecho, es también posible que algunos de los que vinieron en el pasado hayan sido capturados y estén en órbita solar. Claro, habría que identificarlos. Hay candidatos, pero nada definitivo por ahora. 

 


Las primeras imágenes las hice con Celestia. Las otras son de una nota de prensa del paper en la Royal Astronomical Society:  Hopkins et al., From a Different Star: 3I/ATLAS in the context of the Otautahi-Oxford interstellar object population model, arxiv.org/abs/2507.05318v1.

26/07/2025

León Primero

No es el Emperador Flavio Valerio León, primero de su nombre en el Imperio Romano de Oriente, ni tampoco su contemporáneo el Papa León I, primero del nombre que adoptó Robert Prevost. Es una galaxia. Cuando decimos "galaxia", ¿qué nos imaginamos? Un vasto sistema de estrellas, centenares de miles de millones de soles, cúmulos de estrellas recién nacidas brillando furiosamente en azul, nubes de hidrógeno fluorescente... Tal vez un monstruoso agujero negro central escupiendo chorros de materia y energía a la velocidad de la luz. Las galaxias son inhumanamente gigantes, y a la vez inmensamente hermosas. Algo así, ¿no?

Pero hay galaxias minúsculas, que pasan realmente desapercibidas. En ocasión de la reciente conjunción cercana entre el planeta Marte y Regulus, la estrella más brillante de Leo, el aficionado italiano Gianlucca Masi hizo esta hermosa foto:


Me da una sana envidia, porque desde Bariloche no pude verla, y el contraste de colores del planeta rojo y la estrella azul (clase B) permitían prever una hermosa conjunción, y planeaba hacer fotos como las que una vez mostré aquí.

¿Pero no veníamos hablando de galaxias? Sí, y si se fijan con cuidado, entre el planeta y la estrella hay una nubecita. Pongo un recorte, rotado:

Es la galaxia Leo I (Leo-uno), una galaxia enana esferoidal (la categoría más pequeña de las elípticas), satélite lejana de la Vía Láctea. La proximidad con Regulus, que es una de las estrellas más brillantes del cielo, dificulta mucho su observación: fue descubierta fotográficamente recién en 1950, y sólo en 1990 alguien reportó su observación visual. Es lindo notar que el planeta se encontraba a algunos cientos de millones de kilómetros, la estrella a 280 años luz, y la galaxia a 800 mil años luz.

La masa de Leo I es de unas pocas decenas de millones de soles, y mide 2000 años luz de diámetro. No es mucho mayor que los cúmulos globulares más grandes. Curiosamente, un estudio muy completo y reciente, que analiza el movimiento de las estrellas centrales de la mini-galaxia, concluye que tiene un agujero negro central de 3 millones de masas solares. ¡Casi tan grande como el de la Vía Láctea, que es una galaxia grande! Pero Leo I es realmente minúscula; así se compararían si pudiéramos ver la Vía Láctea desde afuera:

Además, sus estrellas tienen muy pocos elementos pesados, apenas el 1% que el Sol. Es como si se hubiera quedado sin combustible y dejó de formar estrellas. ¿Cómo habrá sido la historia de esta galaxita? Tal vez, en el comienzo del universo, se formó el agujero negro gigante en una región donde quedó poca materia para formar estrellas. Tal vez, aguna vez, Leo I fue parte del algún sistema más grande, y la Vía Láctea le robó la mayor parte de las estrellas o del gas para formarlas. Por ahora es incierto, pero parece un objeto interesante, y relativamente cercano. Deben existir muchas Leos Uno en el universo, pero actualmente sólo podemos ver las que tenemos cerca.