Una de las constelaciones típicas de la primavera (austral, o del otoño boreal) es Piscis. En Piscis está el punto vernal: el cruce entre el ecuador y la eclíptica por donde pasa el Sol en el equinoccio de marzo. Así que en primavera esta región del cielo está en la dirección opuesta al Sol. Piscis es una constelación rara. Es muy grande pero no tiene ninguna estrella brillante. Sus luminarias no llegan a tercera magnitud. Pero tiene una forma fácil de reconocer en el cielo, un circulito de estrellas similares que en esta figura forman un hexágono:
El resto de la constelación es esa larga fila de estrellitas en forma de V. Curiosamente, en la misma región del cielo hay otro circulito muy parecido, en la constelación de Cetus, la Ballena. ¡Es muy fácil confundirlos! Pero justo al norte de Piscis está el Gran Cuadrado de Pegaso, formado por cuatro estrellas brillantes, que ayuda a orientarse. Piscis tiene una galaxia hermosa, Messier 74, espero fotografiarla uno de estos días para mostrarla aquí.
Piscis, como sabemos, es la constelación de los peces. En la representación tradicional, Piscis son dos peces (uno de ellos es el circulito de estrellas). Me intrigaba la larga ristra de estrellas, porque realmente no le veía la forma. Todo se me aclaró cuando leí el mito relacionado. Fíjense atentamente, Piscis son dos peces unidos por una cuerda. ¿Qué es esa cuerda?
El mito está buenísimo. Es uno de los últimos eventos de la guerra entre los dioses olímpicos y los titanes. Resulta que el más joven de los gigantes (los gigantes, hijos de Gaia, tomaron el partido de los Titanes) era el monstruoso Tifón, tan impresionante que es una lástima que no esté entre las constelaciones. Era tan inmenso que, parado en la tierra, su cabeza llegaba a las estrellas. Sus piernas eran serpientes. Sus brazos medían cientos de kilómetros de largo, y al final de ellos tenía cabezas de serpiente en lugar de manos. En lugar de una cabeza tenía cien cabezas de dragón. Sus ojos brillaban rojos y con su aliento expulsaba roca fundida y humo. Era tan aterrador que los propios dioses del Olimpo huyeron en lugar de confrontarlo. Así llegaron a Egipto, perseguidos por el monstruo, donde se transformaron en animales para pasar desapercibidos. No hay nada mejor que transformarse en animal para pasar desapercibido.
Venus y Cupido (Afrodita y Eros), los dioses del amor, se transformaron en peces y se arrojaron al Nilo. O se arrojaron al Nilo y se transformaron en peces, no me queda del todo claro. Pero el Nilo es un río barroso, tipo el Paraná. Sus limos eran la fuente de la riqueza histórica de Egipto, después de todo, cuando inundaban anualmente los campos y los dejaban listos para la nueva cosecha de grano. Así que los dioses piscificados se ataron con una cuerda para no perderse en la correntada. Y así escaparon de Tifón. Esto alcanza para explicar la forma de Piscis, pero lo mejor del mito viene ahora.
Diana (Artemisa), la diosa de la caza, empezó a rezongar contra su padre Zeus, diciendo que era un cobarde, que no podía huir así. De manera que Zeus, un poco por vergüenza, confrontó finalmente a Tifón. Montó en su carro y comenzó a perseguirlo arrojándole sus famosos rayos. La persecución llegó hasta Sicilia, donde finalmente el dios logró herir al gigante, lo alcanzó y lo aplastó (¡atentos!) arrojándole encima el monte Etna. Pero claro, ¿cómo se mata a un inmortal? Aún hoy en día, tantos miles de años después, el humeante aliento de Tifón surge de la cima del Etna. Genial.
La imagen del cielo está hecha con Stellarium. La foto del Etna en erupción es del satélite Terra, y aparece en el Earth Observatory en este link. Busquen "mt etna from space" en Google Images y se darán una panzada, ya que el Etna está en erupción casi permanentemente.
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